Hablada en inglés, por supuesto, y protagonizada entre otros por Eddie Marsan, versátil actor británico que ha lucido sus mejores galas como el hermano boxeador de Ray Donovan en la serie homónima (Ann Biderman, 2013-2020), “Vesper” construye su relato aciago a partir de las tribulaciones de la joven que le da título, una superviviente nata en ese ecosistema humano que se desmorona día a día mientras el aire se hace irrespirable, el agua y los comestibles escasean y todo el mundo está obsesionado con encontrar las semillas adecuadas que les permitan cultivar, comer y mantenerse con vida sin estar pendientes de lo que se cuece en las grandes urbes organizadas de modo muy diferente. En el fondo, una enésima historia entre siervos y señores feudales, entre campesinos y terratenientes, entre los que viven holgadamente y los que apenas tienen nada que llevarse a la boca, uno de los temas que la ciencia ficción ha tratado más y mejor, el de la diferencia de clases, a partir de mundos imaginarios que cada vez resultan más creíbles y cercanos.
La lituana Kristina Buozyté, como directora en solitario, pero con el francés Bruno Samper en calidad de guionista, ya se había aproximado al género en “Aurora (Vanishing Waves)” (2012), filme protagonizado por Sarunas Bartas y centrado en la transferencia mental de un hombre en la mente de una mujer en estado de coma. Juntos como realizadores, Buozyté y Samper ofrecen buenas ideas en “Vesper”, pero se quedan en la superficie de las muchas cosas que enuncian. La abstracción como método está bien, aunque no siempre funciona si detrás de ella no se revelan contornos más sustanciosos. La mejor idea de la película es la del padre paralizado, sin habla ni movimientos, que solo puede comunicarse con Vesper mediante pensamientos transmitidos por esa especie de cabeza de androide flotadora, el único vestigio de lo que su mundo fue alguna vez. ∎