Álbum

070 Shake

You Can’t Kill MeG.O.O.D. Music-Def Jam-Universal, 2022

Atendiendo a la imagen que devuelven los temas de 070 Shake, es difícil no imaginar a Danielle Balbuena postrada en la cama de una habitación de hospital, con una bata blanca tan fina como el papel, una vía de suero en el brazo, colgando del gotero, y el bip-bip de un monitor reproduciendo su señal cardíaca; un latido lento, pero incansable, aferrado a la idea de que no puede apagarse. Como si luchara por sobrevivir, su voz se abre paso entre un mundo desasosegante y perturbador hecho música. Parece ahogada en fentanilo, a punto de desfallecer, pero consigue sacar fuerzas de donde no puede haberlas para alzarse y desplegar el halo de una energía subyugante.

Tremendamente hipnótica y capaz de hallar fortaleza en su propia vulnerabilidad, esa voz –ya sea filtrada, afinada artificialmente y tratada de mil maneras o en los pocos momentos en que suena al natural– inyecta “You Can’t Kill Me” con una emoción sin adulterar que se funde con los pliegues y las sombras de ambientes y ritmos ominosos.

Si “Modus Vivendi” (2020) exploraba un rango más amplio en cuanto a tempos, estilos y estados de ánimo con ímpetu, hondura y solvencia, confirmando que Kanye West no se había equivocado al fijarse en 070 Shake, “You Can’t Kill Me” acota el abanico de registros para hacer que todo suene más denso, opresivo y sofocante. Hay menos psicodelia y más épica.

Dave Hamelin (The Stills) y Mike Dean siguen conformando la base del equipo de producción; Hamelin como mano derecha de Balbuena, ayudándola a materializar sus ideas trabajando codo con codo con ella la composición y engalanando la instrumentación y los arreglos, con Dean destilando esa alquimia sintética que infiltra en todo lo que produce, mezcla y masteriza (el revestimiento digital de estos temas lleva sus huellas por todas partes).

WondaGurl y David Sitek (TV On The Radio) también sobresalen en los créditos de producción, que incluyen a la propia Shake. La forma de empastar cuerdas, trompetas y guitarras en la arcilla digital de “You Can’t Kill Me” traslada a la música todo el peso de la nostalgia, el vacío y la culpa que encharcan letras en las que Balbuena camina chocándose con una riada de cuerpos sin rostro que son fantasmas de amantes pasadas (puede que todas sean la misma chica), agarrando esos recuerdos por los hombros para sacudirlos hasta hacerlos volver a la vida. Venerando las marcas que ha dejado el amor como si se arrodillara ante un dios antiguo.

Web” abre el álbum con un foco fijo sobre la voz casi desnuda para envolverla en sábanas de sintetizador y hacer que se multiplique en un coro ascendente: no necesita nada más para convertirse en un himno. La facilidad con la que Shake levanta melodías de proporciones descomunales, volteándolas con giros y ganchos imposibles de esquivar se hace incluso más palpable conforme la secuencia va desplegando la artillería pesada de cuerdas, guitarras y ritmos que caen como el granizo que deja un cielo amenazante sobre “Invited”, “History” y “Medicine”. Son temas monumentales en los que Shake se crece para demostrar una envergadura incluso mayor del magnetismo que ya se sentía en “Modus Vivendi”, desbrozando los sonidos saturados como un disco de diamante cortando el mármol.

“Skin And Bones” propicia el momento más dulce, rememorando una conexión profunda piel con piel en una coda cuyo clímax permanece en el aire mucho después de que deje de sonar: “What a contrast, my skin and bones against the color of your aura”. Los ambientes sintéticos y los graves rodean la voz de Balbuena como un cinturón de asteroides girando alrededor de cada nota. La sensación de gravedad cero es absoluta.

Shake mantiene ese influjo hasta el final, alternando su versión más romántica en “Blue Velvet” (la coincidencia con Bobby Venton y el universo de David Lynch no puede ser simple casualidad) con la más agresiva (“Cocoon”), regresando a la zona cero de una ruptura (“Come Back Home”, “Stay”, “Se fue la luz”) y citándose con Héloïse Letissier (Christine And The Queens) en “Body”, donde sus dos voces se funden como dos cuerpos desnudos abrazados en una cama, indistinguibles el uno del otro, mientras una línea de sintetizador se eleva como una fumarola en el horizonte. ∎

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