Álbum

Alan Vega

InsurrectionIn The Red, 2024

Regreso a las cloacas: la óptimamente titulada “Sewer” inaugura este nuevo volumen de material desempolvado de los archivos del ex-Suicide y exser viviente Alan Vega (1938-2016), originalmente confeccionado en la segunda mitad de los noventa, al igual que las canciones que conformaban el relativamente más liviano Mutator” (2021). Esa canción inicial sienta los cimientos de la fórmula (pos)industrial que seguirán la mayoría de pistas del disco: ásperas texturas sintetizadas, beats maquinales y, discurriendo entre o por encima de los elementos, la expectoración vocal por lo general desvariada de Vega. Nada particularmente nuevo considerando su autor, pero derramado con excelente pericia, y sorprendente variación dada las aparentes limitaciones de la receta mencionada.

De hecho, si bien los barridos, telarañas y adefesios de ruido que componen el grueso de la inquietante base sonora de las composiciones, formándose y desintegrándose a su voluntad, podrían llegar a resultar un tanto reiterativos, impresiona la elasticidad de Vega a la hora de programar ritmos: logra extraer de su maquinaria martilleos de todo tipo, de lo rugoso o gomoso a lo afilado o directamente contundente. Aplastantes son, por ejemplo, los golpes de “Invasion”, un implacable latido metálico que contrasta con el inesperado melodicismo de cuatro notas filtradas; “Crash”, por su parte, presenta una percusión synthpunk más definida (rematada por un alargadísimo y agonizante grito de “yeahhhh” al final); mientras que “Fireball Fever” apuesta por un galope casi tribal donde la voz cavernosa yace sepultada. Independientemente de la sensación generada por cada una de estas configuraciones, no obstante, en todas resulta inconfundible el sello Vega/Suicide.

Si bien la trepidación protagoniza los primeros temas, “Cyanide Soul” consigue, a pesar de su beat ultrapulsante, erigirse en algo así como un páramo cercano a lo ambient (en parte gracias a la presencia de un sonido continuo de cigarras y la decisión de Vega de optar por los susurros) sin perder en ningún momento el filo de lo turbador. También amorfa, aunque mucho más radicada en el tumulto, es “Murder One”, cuyos casi diez minutos de duración resultan medio digeribles gracias a una inspirada y malrollera interpretación vocal: sermoneador sardónico, borracho de tugurio o loco desvariando son algunas de las fases que atraviesa Vega, escupiendo palabros, reiterando el título, y planteando alguna que otra peculiar asociación fonética (“Jesus” y “diseases”).

La segunda mitad del disco podría parecer menos fresca debido a la inevitable caducidad de la fórmula, aunque siguen surgiendo ideas interesantes, como por ejemplo el breve pasaje instrumental de electrónica progresiva-industrial “Jet Lord”, los punzantes agudos de “Chains” o la más airosa “Mercy”, donde (ecos de) las voces de Vega se solapan y conversan unas con otras, algunas flirteando con tonalidades crooner. Curiosamente, a pesar de la opresiva naturaleza de la mayor parte de los contenidos del álbum, este se cierra con “Fireballer Spirit”, cuya atmósfera incluso podría considerarse festiva: más que pulular ominosos, los gruñidos y alaridos parecen sumarse animosamente a las capas de fragor luminoso y el trotante ritmo.

Al igual que el ya señalado “Mutator”, “Insurrection” no es un forzado recopilatorio de demos o pistas a medio cocer escarbadas de algún rincón del piso neoyorquino de Vega, sino un álbum con su propia lógica interna, editado atentamente por su mujer Liz Lamere y el archivista Jared Artaud. Es procedente valorarlo junto a obras de su época original de creación como Dujang Prang” (1996) o “2007” (1999); en este sentido, es una digna aportación al catálogo del revoltoso músico que si bien no volará la cabeza de nadie, desde luego estrujará más de una. ∎

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