Disco destacado

Bad Gyal

La joiaInterscope-Universal, 2024
Han sido nueve años. Nueve años en los que Bad Gyal ha narrado su propia historia, ha allanado su propio camino, mientras el mundo intentaba integrarla sin éxito en sucesivas narrativas oportunistas. En los que ha abierto su propio espacio en el mainstream desde un lugar que, en el fondo, siempre fue decididamente underground. Era la joya, realmente. El tesoro mejor guardado de España, ajena a los ruidos de Rosalía o C. Tangana y al mismo tiempo sin esa actitud permanentemente combativa de Yung Beef. Una delicadeza pop especial, generacional, “de nicho”. Y el nicho seguía creciendo, y la sensación siempre era la misma que se tiene en una rave, al abrigo del soundsystem: que hay alguna cosa mágica en compartir algo tan de todos y a la vez tan tuyo.

El reto más difícil que tenía Alba Farelo para este álbum siempre fue más simbólico. Conseguir, de algún modo, que se sintiera como un sumativo, que no desentonara con lo que ha conseguido a lo largo de toda su trayectoria, que no pretendiese eclipsarlo y que tampoco quisiera significar una evolución natural. “La joia” tenía que ser Bad Gyal. No tenía que proyectar ninguna imagen de ella. Simplemente tenía que empaquetar, listo para el gran público, todo lo que ha ido consiguiendo en su tránsito del underground al estrellato. Un grandes éxitos de los éxitos que vendrán. Y lo ha conseguido. “La joia” responde a una promesa que Bad Gyal lleva haciendo, lleva haciéndose, demasiado tiempo: dar el salto internacional, ese que estamos esperando desde que se convirtiera en la primera artista española firmada por Interscope y que se ha ido postergando en una especie de crescendo progresivo desde aquella ristra de sencillos de 2019 que culminó en su primer número 1 (“Alocao”) y en la salida de “Warm Up” (2021). En resumen, salir en ‘Operación Triunfo’ y en ‘El Hormiguero’. Dejar de estar fumada todo el día para poder atender con serenidad las exigencias de una agenda high-fashion, que la inviten a la MET y que la veamos de colegueo con Kali Uchis y Karol G.

Más allá de bromas, es más complicado de lo que parece hacer lo que hace Bad Gyal aquí: referir a su pasado (mención a “Alocao” aquí, a “Blin Blin” allá) sin caer en la repetición, llevar su trabajo a productores de primerísimo nivel y seguir manteniendo una armonía sonora clara y, sobre todo, definitoria. Es verdaderamente increíble lo que consigue en “La que no se mueva”, por ejemplo, sin duda momento inolvidable del álbum: juntarse con Tommy Lee Sparta, uno de los capos mundiales del dancehall, una leyenda viva, y que el tema lo produzca el mayor responsable del giro electrónico en el disco latino más importante desde “Sale el sol” (Shakira, 2010), “Un verano sin ti” (Bad Bunny, 2022). MAG también se pasa para llevarse a una brecha digital “Perdió este culo” y para deslumbrar con “Chulo pt. 2”, y en ningún punto se pone por encima de una Farelo que logra sacar a todos sus productores de su zona de confort: todos tienen que adaptarse a esa curiosa indeterminación suya, entre el dembow, el dancehall y el reguetón y con esa pátina de cromo y fiesta futurista.

Bad Gyal: a su manera.
Bad Gyal: a su manera.
Un buen ejemplo está en el resultado de las sesiones con Scott Torch y Nelly El Arma Secreta: en “Pop Pop” la insólita dupla funciona entre el hip hop y el reguetón, pero en “Give Me” se juntan para un dancehall pop mediotiempado que no cuesta imaginar sonando en el Café del Mar o en una mañana de Panorama. La personalidad de Alba se eleva intacta entre tanto productor de relumbrón, y no hay uno lo suficientemente grande como para opacar el brillo de esta joya. Es, de hecho, cuando más se acercan los beatmakers a la esencia de lo que es Bad Gyal, a su velocidad de crucero, cuando el disco golpea de verdad, más allá de etiquetas y géneros. El Guincho se lleva en “Bota niña” su mood de dancehall pop a un dembow electrónico brillantísimo que logra retener con autenticidad todas sus virtudes, pero esencialmente una: las melodías, el topline. Y Merca Bae, probablemente el productor que mejor entiende el sonido de Bad Gyal y el responsable aquí de los mejores beats (de “Intro” a “Real G” pasando por “Skit”), deja en “Mi lova” otra de las joyas del álbum enterrando el bajo y secando el bombo para un bachatón que te desarma. Su trabajo, más allá, es fundamental para darle a “La joia” unidad y continuidad, para lograr que incluso en el formato largo permee la idea de un soundsystem.

Gracias a esta atención por el pulido y aunque ya conociéramos ocho de las quince canciones que tiene el álbum (nueve si contamos la intro, que funcionaba como interludio en su última gira, con la consiguiente pérdida de efecto sorpresa que supone esto), incluso en los temas menores de “La joia” podemos encontrar detalles interesantes, cosas por las que merezca la pena poner el oído, en una demostración de genialidad de estudio (inspiración, llámalo x) que me hace pensar en Bad Bunny. Alba vuela alto en “La joia”. Y en “Así soy” quiere dejarlo claro. Puede parecer poquita cosa en comparación con todo el largo, pero sus significados son más ricos bajo la carcasa: quiere sonar humilde, situarse en la línea de temas como “Yo sigo iual”, y por eso cuenta con Morad, como cerrando el círculo en torno a Barcelona. Como diciendo: llegaré donde llegue pero mi corazón siempre estará ahí, en el barrio, con los colegas, en las canciones sin ambiciones desmedidas.

Con ellas, y poniendo siempre por delante su personalidad arrolladora, ha construido un modelo de composición que ya está entre los más buscados del mercado latino. Y, aun así, no se conforma: podría recostarse cómoda en sus fórmulas melódicas, en sus fraseos y en sus propios tópicos cantables (como ya ha hecho antes a sabiendas de que hay toplines suyos que se merecen discos enteros), pero no. Aquí no hay comodidad, y es precisamente eso, la ausencia de confort, lo que destacaba, mirando en retrospectiva, en los que fueran los primeros sencillos de “La joia” a mediados de 2022, “Sexy” (con ese pulso vogue y referencia a Madonna en la portada) y “Sin carné” y su silabeo suelto, acercándose más que nunca al rap. “La joia”, que además contiene la que seguramente es la primera canción heartbreak de Bad Gyal (“Otra vez más”), demuestra que “el pussy que mana” es mucho más que latiguillos y gimmicks: en su uso cada vez más moderado está el impacto que causa ese “la más pegá de España” al principio de “La que no se mueva”. Y en sus esfuerzos por mantenerse actualizada, la clave de su curva firme y sin altibajos.

Para mucha gente esto será un debut. Un debut, debut, no el primer disco de Bad Gyal después de casi diez años de trayectoria. Y si algo consigue, por encima de todo, es dar una idea muy exacta de lo que es Bad Gyal, de a qué suena, de cómo lo hace. Poner a la artista por encima de todo. Cero concepto: el concepto soy yo. ∎

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