La vida te da sorpresas, siempre. Como descubrir el nuevo trabajo de la canadiense Barbara Lynch, una de esas artistas de carrera guadianesca y recorrido personal que merecerían una novela.
Su primera grabación se remonta a 1992 –el EP “Don’t Talk To Me”– y habría que esperar cuatro años para que editara su álbum de debut, “Goodbye & Good Luck” (1996). No pasó nada y la cantautora de Ontario quedó bastante desencantada y decidió hacer mutis por el foro y dedicarse al cuidado de enfermos de sida, al activismo social y a la lucha medioambiental. Hasta 2008 no entregaría un segundo largo –“In The Nickelodeon”–, producido por John Timmins (uno de los hermanos de la saga de Cowboy Junkies). Los firmantes de “The Trinity Session” (1998) siempre han respaldado a la artista y ahora es Michael Timmins quien se ha encargado de la producción de “Where Did You Go”, un nuevo retorno que vuelve a arrojar luz sobre una compositora e intérprete superlativa, aferrada a lo mejor de la “música de callejón” y los tugurios humeantes, retratista de personajes siempre al borde de la sociedad, perdedores en el gran juego de la vida, “escoria” en los desagües del capitalismo global.
En las nueve canciones del álbum, Lynch nos sitúa en un pequeño pueblo y se dedica a musicar las vidas de personas anónimas con chorros de empatía. El tono ya lo marca la inicial “Georgia Brown” (“¿Adónde fuiste, dulce Georgia Brown? / Con tu sonrisa tan amplia y los pies en la tierra / Amabas a todos, veías lo bueno en cada uno / Amabas a todos sin importar lo que hicieran / Era una buena mujer, pero podía ser bastante cruel / Cuando se enfadaba mucho, los niños huían / Cuando se enfadaba mucho, se lo tomaba muy mal / Y a veces se quedaba en cama todo el día”), primera foto en un álbum donde también encontramos a “Tom Ryan” (“Tom Ryan era un hombre corpulento con una abolladura en la frente / una vaca lo pateó cuando era pequeño / se casó con una chica pequeñita / y trabajaron muy duro en la granja”), “Kate” (“Tenía cabello negro y ojos violetas / Y se llamaba Kate / Con un pequeño gesto de su mano se llevó mi amor / Y no necesitó decir una palabra / No necesitó hablar / Parecía una estrella de cine y se llevó mi amor”) y “Rita Doyle” (“Había una señora mayor que vivía en un coche en la calle detrás del hotel / Se lavaba en el bar / Enterró sus ahorros debajo de la señal de stop / Era solo una bolsa de monedas de diez centavos”), todo musicado con guitarras acústicas, algo de slide, piano, algún violín y armónica. Puras baladas de arrabal elevadas por la voz castigada y expresiva de la autora. Abreviando: algo así como un encuentro entre Tom Waits y Lucinda Williams (y también algo de los citados Cowboy Junkies) en una barra (de madera) de bar solitario en una madrugada poco confortable.
“Where Did You Go” abraza cálidamente con su atmósfera nocturna e intimista y no se agota en los citados “retratos”: entren en la fatalista “The Good Guys Might Not Win” (“Fue como si el hombre dijera que la vida es una loca colcha de retazos / Bueno, lo tomamos todo, no había suficiente para ti / Dijo que no soy de apostar, pero seguro que los buenos podrían no ganar / Los buenos podrían no ganar / Tienen la muerte en sus ojos y van a explotar / Todo lo que realmente querían era un lugar al que llamar hogar”) o en el esperanzador final de “Worry No More” (“Y no me voy a preocupar / Y no me voy a preocupar más / Bajando a ese río / Veré la puesta de sol”) y déjense querer por estas canciones-relatos que exhalan humanidad y verdad. ∎