Los Beatles tenían su “White Album” y el francés Benjamin Biolay tiene “Le disque bleu”, su disco azul, un doble álbum ambicioso donde se supera como compositor. Este trabajo supone un nuevo hito en su carrera. Entronca con “La superbe” (2009) en cuanto a la exhibición como compositor y a la magnificencia como creador. Lejos queda “Rose Kennedy” (2001), aquel debut impresionante que nos descubría a un autor, a un cantante y compositor estelar.
El primer álbum de “Le disque bleu” se titula “Résidents”, basculando en el sentimiento de pertenencia, e incluye doce canciones espléndidas. Arranca con la calidez de las percusiones en “Le penseur”, canción de corte clásico y arreglos de cuerda magistrales. Y Biolay ya despunta con su voz rasgada. “15 octobre” es una balada de las que te atrapa a la primera: melodía envolvente, chelo en el estribillo y coros de Nathy Cabrera. “Morpheus Tequila” tiene algo de adictivo, y el riff de “Soleil profond” destila un pop imponente a la par que sugerente e intrigante. Todas las canciones funcionan. También brilla el dulzor de “Testament”.
El primer adelanto de este álbum fue una canción soberbia como “Juste avant de tomber”, con unos arreglos deliciosos: pura maravilla y excelencia. También sobresale “Oh, la guitare”, un canto de amor a un instrumento, a la música, con versos del poeta y novelista Louis Aragon, figura insigne del surrealismo junto a André Breton y Philippe Soupault. “Pauline partout, Justine nulle part” representa el mejor pop francés imaginable: prestancia, rugosidad, ritmo, groove y unas cuerdas bien templadas. “Résidents, visiteurs” o “Mon pays” (esos saxos, esos pizzicatos, esos ambientes de seducción) son dos canciones que podrían llevar la firma de Serge Gainsbourg (si viviera en el siglo XXI). “Trois grammes” tiene el swing, un tempo que se aproxima a la chanson casi jazz, y sirve de colofón a “Résidents” y de viraje en este viaje musical de Biolay.
El segundo álbum, “Visiteurs”, representa el espíritu nómada, lo mucho que tiene de viaje, de tránsito, de vivir en otras latitudes. No obviemos el detalle de que Biolay reside a caballo entre Buenos Aires y París y que este doble LP ha sido grabado en París, Sète, Bruselas, Río de Janeiro y la capital argentina. “Adieu Paris” posee ese estilo tan Biolay de aires de chanson, queriendo acercarse a otros ritmos más cálidos, a la bossa que aparece en “Mauvais garçon”. “Chanson de pluie” repite fórmulas que funcionan, de chansonnier experto e infalible con aires jazzy. “Les trois amis” posee algo del rico folclore sudamericano. “Mes souvenirs” reincide en una bossa casi al desnudo y no puede ser mayor el impacto, la intimidad y la cercanía. “Ooooooo” también se ofrece al desnudo como una brisa mágica y sutil que te roza los sentidos y los despierta. “Kika” relata recuerdos y anhelos, entre cuerdas y recitados penetrantes. Todas las canciones funcionan y resuenan en el Olimpo del pop, de la chanson, de un artista fundamental. “Oú as-tu mis l’été?” cierra “Visiteurs” y lo hace con la elegancia que caracteriza a Biolay acompañado a la voz por Jeanne Cherhal.
Hay algo de inagotable en estos dos álbumes, de doce canciones cada uno. Cada escucha gana en matices y en capas, algo que sucede en las obras que pasarán a la historia. Biolay es un maestro, un fantástico fabricante de canciones, y aquí de nuevo alcanza su esplendor, su grandeza. ∎