Cuando se anuncia que el músico y compositor norteamericano actuará cerca de casa es meritorio y sanador hacer los cambios pertinentes en la agenda para asistir a un concierto suyo. “Orchestras” es un magnífico ejemplo, ya que el guitarrista se esmera en ofrecer lecturas nuevas de su catálogo en directo, cosa que enriquece sus grabaciones de estudio. Este doble álbum, que luce un sonido espléndido, recoge distintos directos realizados en Europa, entre 2021 y 2022.
Bill Frisell es un intérprete singular, coetáneo de John Scofield que, al igual que el guitarrista de Ohio, pone el instrumento en el epicentro de su discurso musical. Y el largo camino recorrido por ambos los ha llevado al mismo punto: a expresarse sin etiquetas. Son capaces de manejarse con soltura en diferentes géneros. La inteligencia musical de ambos es incuestionable.
En “Orchestras”, Frisell ahonda en las tonalidades de su universo sonoro a partir de pequeñas formaciones y así viste su pentagrama de una fluidez refinada. Tiene especial predilección por los tríos, como es el caso –Bill Frisell (guitarra), Thomas Morgan (contrabajo) y Rudy Royston (batería)–, y desde ahí se lanza sin ataduras hacia una vigorizante exposición interpretativa, rodeado de dos orquestas europeas: la Brussels Philharmonic, en el primer disco, y la italiana Umbria Jazz Orchestra, en el segundo. Aquello que se antoja etéreo en realidad es sólido, aquello que se sospecha poético es narrativo. Aquello que se supone un ejercicio académico de altísimo nivel, en realidad, es libertad interpretativa.
La lectura en directo de parte del repertorio del compositor es difícil de explicar –de hecho, no hay necesidad– y resulta un prodigio musical que no se codifica en palabras. Son emociones que desbordan al audiófilo. Las repetidas escuchas desechan la aparente contradicción, apenas se producen preguntas ni se presentan enigmas. La audición invita a romper fronteras mentales, a dejarse llevar por la musicalidad, sin preguntar ni el porqué, ni el cómo. La mirada pausada y diáfana de “Orchestras” puede convivir con la realidad más frenética y contemporánea del post-jazz –la no etiqueta de las etiquetas actuales– que practica el trío del pianista neoyorquino Vijay Iyer en el reciente “Compassion”, un álbum que marca un punto y aparte.
El doble álbum se abre con la Filarmónica de Bruselas, bajo la batuta de Alexander Hanson, interpretando la melodramática “Nocturne Vulgaire” de Michael Gibbs –con quien Frisell estudió composición en el Berklee College Of Music, en Boston–, responsable de los arreglos y orquestaciones de esta producción. En “Rag” y “Throughout”, composiciones del guitarrista, se sigue otro camino que transita por el romanticismo, que alcanza también a “Sweet Rain”, de Gibbs. Antes, asoma el glamur de una tune eterna, “Lush Life”, de Billy Strayhorn. La delicadeza del magisterio interpretativo del músico se asienta en la primorosa al tiempo que sinuosa “Richter 858, No. 7”. Por último, “Beautiful Dreamer”, de Stephen Foster, una bonita canción popular del siglo XIX. En el segundo álbum, el guitarrista continúa ejecutando espléndidas interpretaciones de temas propios como “Lookout For Hope”, “Strange Meeting” y “Monica Jane”, con aromas de blues, para cerrar con la solemne pieza tradicional “We Shall Overcome”.
Una vez más, Frisell tumba el sambenito de que su música es poco accesible. Si el primer álbum tiene un sonido más tradicional, en el segundo se distingue un tono más jazzístico. El músico está receptivo a tender puentes mediante otro clásico, “Doom”, de Ron Carter, del que hace dos versiones. Hay voces que observan un proceso de deconstrucción en la versión de la formación italiana con respecto a la belga. Por contra, existe la opinión de que se trata de un elegante ejercicio de funambulismo musical. También hay dos versiones de “Electricity”, del propio Frisell, en que este practica una suerte de juego de espejos.
En su cuarta grabación para Blue Note, que en formato vinilo se presenta en doble y triple álbum, Bill Frisell pone de manifiesto un talento irreductible y una dinámica multifacética para seguir indagando en su propia obra, una cualidad reservada para los más grandes. ∎