“I’m walkin’ / Through streets that are dead / Walkin’ / Walkin’ with you in my head / My feet are so tired / My brain is so wired / And the clouds are weepin’”: son los primeros versos de
“Love Sick”, una de las canciones más desoladoras de
Bob Dylan, la que abre
“Time Out Of My Mind” (1997), el álbum que marcó uno de sus varios “renacimientos” tras obras menores –habría que ponerlo entrecomillado si hablamos del bardo de Duluth– como
“Good As I Been To You” (1992) y
“World Gone Wrong” (1993). Fue su reencuentro con Daniel Lanois, quien ya había producido en 1989
“Oh Mercy”, otra de las cimas más altas del canon
dylaniano.
Cambiando Nueva Orleans por Miami, el binomio –y su corte de músicos: aquí comparecen, entre otros, Brian Blade, Jim Keltner, Jim Dickinson, Tony Garnier, Duke Robillard y Augie Meyers– construyó (no sin algunos choques que se airearían posteriormente) un monumento de setenta y dos minutos que volvió a poner al cantautor en el altar de crítica y público.
Según explica Steven Hyden en las notas de esta
nueva entrega de “The Bootleg Series”, la génesis de “Time Out Of Mind” se remonta a agosto de 1995, fecha de la muerte de Jerry Garcia (The Grateful Dead) a los 53 años, un hecho que dejó a Dylan totalmente devastado. ¿Mito a realidad? Lo cierto es que las sesiones de grabación del álbum acabaron desembocando en un ciclo de once canciones que se encuentran entre lo más perfecto y refinado que el autor de
“Blood On The Tracks” (1975) ha entregado en su amazónica trayectoria, una reinvención de sus parámetros musicales en una especie de country-blues atmosférico y autorreflexivo que buscó (y encontró) una nueva identidad sonora.
“Fragments. Time Out Of Mind Sessions (1996-1997)” recupera el álbum original en una nueva mezcla a cargo de Michael H. Brauer y,
como es habitual en la serie de “bootlegs”, se nutre de abundante material adicional tanto en la edición en doble CD y en cuádruple vinilo (que incluye una docena de
outtakes y tomas alternativas) como en la
deluxe (cinco CDs o diez LPs con ampliación de
outtakes y tomas en directo fechadas en Birmingham, Nashville, Londres, Atlantic City, Sheffield, Buenos Aires, Los Ángeles, Oslo, Washington DC, la Newcastle australiana y el Bonnaroo Festival entre 1998 y 2004). La segunda opción es, por supuesto, para
dylanólogos con hambre insaciable (y el bolsillo bien surtido). En la edición “pobre” se puede disfrutar, no obstante, de joyas como
“Mississippi” y
“Red River Shore” –la primera, revisada, acabaría en el
tracklist de
“Love And Theft” (2001); la segunda, en
“Tell Tale Sings” (2008), octavo volumen de “The Bootleg Series” que recuperó, entre otras cosas, rarezas de “Oh Mercy”, “Time Out Of Mind” y
“Modern Times” (2006)–, una fantasmagórica
“Love Sick – Version 1” o una
“Not Dark Yet – Version 1” con extra de órgano.
“Time Out Of Mind” se cierra con la monumental (dieciséis minutos y medio: la canción más larga publicada por Dylan en aquel momento)
“Highlands”, homenaje al poeta escocés Robert Burns, un bucle hipnótico con citas en sus torrenciales versos a Neil Young y Erica Jong que finaliza con las esperanzadas estrofas de
“Mi corazón está en las Highlands al amanecer / Sobre las colinas, muy lejos / Hay una manera de llegar allí y lo resolveré de alguna manera / Bueno, ya estoy ahí en mi mente y eso es suficiente por ahora”.
“Time Out Of Mind” fue el último álbum en el que Dylan trabajó con un productor ajeno. Desde entonces, todos su trabajos están autoproducidos bajo el
nickname Jack Frost. Y si juzgamos por “Modern Times” o
“Rough And Rowdy Ways” (2020), se basta y se sobra. ∎