Leyendo la nota de prensa que Ninja Tune comparte del séptimo disco de Simon Green, o sea, Bonobo, uno se entera de que el británico acumula tres nominaciones a los Grammy, que vendió dos millones de tickets en su última gira, que ha alcanzado el top ten de las listas de ventas de numerosos países y que es un favorito de los festivales más grandes del mundo. Es una buena manera de transmitir al lector que estamos ante un artista consagrado y exitoso, y ciertamente a su manera lo es, pero este “Fragments” no hace más que confirmar lo que muchos advertimos desde la deriva iniciada en “The North Borders” (2013): Bonobo vive de rentas; las que cosechó en los dosmiles como héroe del downtempo con una música que ha envejecido ostensiblemente mal, y las ganadas merecidamente en unos directos de inspiración jazzística y con formación a lo big band.
En algún punto de principios de la pasada década, Simon Green empezó a ver que los chill outs ya no eran tan lucrativos como recordaba, que ya no coincidía tanto en los festivales con Air y que Röyksopp coqueteaban con un synthpop maximalista con sonadas colaboraciones con Robyn. Él no quería quedarse atrás y, así, empezó a apropiarse de las big rooms. La jugada en muchos sentidos no le salió mal (ver el anterior párrafo), pero el supuestamente aplaudido “Migration” (2017) no podía sonar más derivativo de Four Tet, como anclado en 2010 y ajeno a todos los excitantes desarrollos de la dance music británica en los últimos dos lustros.
Con “Fragments” sigue un poco por esa senda. Se habla de una nueva inspiración encontrada en la síntesis modular, pero aquí no esperes los salvajes experimentos de improvisación del Floating Points de “Crush” (2019). También se dice que este álbum llegó tras encontrar el inglés refugio en sus aventuras en solitario por el desierto californiano para evadirse de los confinamientos y los incendios que asolaron la Costa Oeste. El resultado, supuestamente, es su música más intensamente emocional y también de naturaleza colaborativa (aquí van apareciendo figuras de cierto culto contemporáneo como Jamila Woods, Joji y Kadhja Bonet), pero para electrónica confinada, coral y tumulto emocional, nos quedamos con la de Fred again..
Y es que Green no siempre consigue sacar lo mejor de sus invitados. “Shadows” tiene intenciones de convertirse en himno, con un groove hipnótico y repetitivo deep house, no demasiado alejado del Nils Frahm más clubber pese a describirse como inspirado por el old school detroitiano de Moodymann y Theo Parrrish, pero las voces del prometedor Jordan Rakei son genéricas. La balada atmosférica “Tides” es tan bonita como un anuncio de colonia. Suena meliflua y, aunque la entrega vocal de Jamila Woods es sólida, el revival de la electrónica new age de finales de los noventa que sugiere no es bienvenido. Por su lado, Joji hace lo que se espera de él en “From You” , canción que nada consigue más allá de intentar captar al público R&B modernete que llegue por despiste hasta aquí mediante una playlist de Spotify.
Hay, afortunadamente, mejores colaboraciones. “Otomo”, que pone más la directa hacia el club, acredita participación de O’Flynn, pero lo que más destaca es un sample de un coro búlgaro que eleva el track a los cielos. Huele a pachuli, pero a eso habíamos venido al poner este disco, ¿no? También en “Age Of Phase” Bonobo demuestra que lo suyo son los samples vocales. Pero pese a estos ocasionales momentos catalizadores, en “Fragments” abundan lastres que convierten involuntariamente su downtempo en una versión contemporánea del easy listening. ∎