Álbum

Buddy Guy

The Blues Don’t LieSilverstone-RCA-Sony, 2022
La revista francesa ‘Soul Bag’, en su número de invierno, dedicaba la portada a Buddy Guy, que cumplió 86 años en julio, calificándolo de “el último grande”. Guy es el penúltimo exponente del blues de Chicago, al que le sigue el armonicista Charlie Musselwhite (1944), que este año también ha publicado un soberano trabajo, “Mississippi Son”, en que se luce como guitarrista. Guy llegó a la Ciudad del Viento en 1957, influenciado, entre otros, por Muddy Waters, que, años antes, hizo un recorrido similar. Tomar un tren desde el Profundo Sur y buscar un porvenir en el norte industrial, bien lejos de miseria.

El talento, la energía y la manera de cantar y tocar de Guy llamó la atención de Chess Records, y su influencia alcanzó a Jimi Hendrix, Keith Richards, Stevie Ray Vaughan, Jeff Beck, Gary Clark Jr. y John Mayer, entre otros ilustres. Prometo que hasta el día de mi muerte mantendré vivo el blues” ha sido una frase recurrente para presentar el disco. El elocuente título del álbum refuerza lo que ha hecho toda su vida: ejercer de bluesman, expandir el género. El guitarrista, como cantante y autor, expresa sus pensamientos y la realidad de la comunidad afronorteamericana. En “We Go Back”, Guy invita a la cantante y activista de los derechos civiles Mavis Staples. Ambos apelan a la memoria de su comunidad. On a balcony in Memphis / April 1968 / I never will forget / What happened on that date / We go back / When the blues was everywhere. Otro punto fuerte del álbum se halla en “Gunsmoke Blues”, junto a Jason Isbell. Se les escucha cantar No million thoughts and prayers / Won’t bring back anyone. En ambos casos, emoción y sentimiento, a raudales.

Buddy Guy mantiene la tensión en compañía de Elvis Costello en “Symptoms Of Love” y con James Taylor en “Follow The Money”; en cambio, saltan chispas junto al nonagenario Bobby Rush en “What’s Wrong With That”. El groove está en cada nota, en cada riff, en cada verso. El blues trotón aumenta de voltaje en “House Party”, junto a la cantante de soul Wendy Moten. El combo, dirigido por el batería, compositor y productor del guitarrista, Tom Hambridge, retoma las esencias del blues, sean midtempos, sean uptempos. Los fraseos del guitarrista son limpios y diáfanos, dejando espacio tanto al cuarteto como a su propia voz. Guy, sabedor que tiene menos tiempo por delante que por detrás, se afana en cantar bien; para ello evita las notas altas y se muestra convincente en sus versos.

El músico de Luisiana, como cabe esperar, apabulla con sus virtudes de guitarrista. Su salud –no se le ve tan suelto en dos documentales recientes, “Buddy Guy. The Blues Chase The Blues Away” (2021) y “The Torch” (2022)– no ha hecho mella en sus manos. Los fraseos son sólidos y afilados, también sutiles y etéreos en función de la canción. Así ocurre en “Sweet Thing” de B.B. King. Resulta un bálsamo de buenas vibraciones escucharlo en “Backdoor Scratchin’”, “Rabbit Blood” o la jazzy “Last Call”, en la que cabalga a lomos del swing de un órgano B3. Pero cuando deja de lado su set de Stratocaster y toma una Martin acústica, que lo acompaña en los versos de “King Bee”, también conocida como “I’m A King Bee”, el clásico de Slim Harpo, sencillamente nos vence. Un final elegante, sincero y redondo.

Buddy Guy sigue a los mandos del blues. Sus seis décadas como músico lo han hecho acreedor a ocho premios Grammy; además, es poseedor de la National Medal Of Art –el mayor honor que se concede en el campo de la cultura en Estados Unidos–. También forma parte del Salón de la Fama del Rock And Roll. Y en 2015 recibió el Grammy Lifetime Achievement Award como reconocimiento a toda una trayectoria. ∎

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