Shane Lavers, un chaval de Minnesota que tras su estancia universitaria en Seattle aterrizó finalmente en Brooklyn, era uno de esos solitarios que cacharreaban con su ordenador en su habitación para crear canciones pop a partir de sonidos más o menos experimentales. Publicó un EP de sonido casero –“Zut Alors” (2018)– ya bautizado como Chanel Beads. Al juntarse con otros músicos, y tener alguna experiencia en directo, cambió su enfoque, reclutando para la causa a Maya McGrory (voz y guitarra) y a Zachary Paul al violín, buscando crear música que pudieran interpretar en vivo. Tras dos EPs de tanteo en 2022 –“Ef” y “True Altruism”–, por fin publica su primer larga duración.
Aunque él sigue trabajando con un sistema MIDI, filtrando instrumentos reales mezclados con otros virtuales o tirando de sonidos de biblioteca como las cuerdas de la Filarmónica de Londres; el sonido resultante es cálido y cercano. Los temas parecen a medio cocer, con ciertas imperfecciones, que combinadas con las melancólicas melodías consiguen esa sensación de vulnerabilidad espontánea de autores como Alex G. Sobre todo en las más acústicas, como en “Ida June”, con el protagonismo vocal de Mary –en la mayoría cantan los dos a la vez–.
Cierto minimalismo, pero con esa sensación paradójica de varias músicas que suenan al mismo tiempo, la manipulación de los sonidos y la actitud arty los podrían acercar, en concepto, a bandas como Water From Your Eyes –quizá en “Um” es donde más convergen–, pero mientras que aquellos se muestran más fríos y sensuales, estos flirtean con la tristeza. Más de un modo añorante, como en el dream pop, que abatido, como en el slowcore. Si hubieran enviado “Dedicated To The World” a 4AD en los años ochenta lo habrían incluido gustosos en su catálogo como single. En otras, como “Police Scanner”, el tono oscuro y aparentemente imperfecto los podría relacionar con músicos de culto hechos a sí mismos como Mark Renner. La sugerente “Embarrassed Dog”, con la caja de ritmos a medio tiempo y unos sampleados entrecortados de voz, resulta casi bailable y abre una vía interesante.
El violín de Zachary, que aporta un toque distintivo al sonido del grupo, cobra mayor protagonismo en las instrumentales y más arriesgadas “Your Day Will Come” –la ausencia de palabras no aclara si lo que vendrá será el día triunfante o el de dejar este mundo; las letras del resto son bastante crípticas– y la cinematográfica “Coffee Culture”, la más diferente del lote.
Pese al gusto por trabajar las atmósferas y los detalles sonoros, Lavers no se va por las ramas y crea melodías recordables en canciones que solo en dos ocasiones exceden los cuatro minutos. Al incluir solo nueve en total, en menos de media hora lo ha dicho todo y deja con ganas de volver al principio. “Lo bueno, si breve, dos veces bueno” se aplica en este caso. ∎