Aunque ya en sus tres primeros trabajos, titulados con las iniciales del nombre de la banda –“CVEEC” (2012), “CVEEC 2” (2014) y “CVEEC 3” (2016)–, se apreciaba su particular idiosincrasia más allá de compartir ciertos referentes generacionales con otras bandas del indie rock patrio, fue en el cuarto álbum cuando dieron un golpe en la mesa ya desde el propio título. “Siempre te he amado, nunca he dejado de quererte, toda mi vida es para ti” (2020) buscaba un sonido más nítido y bailable, mirándose en producciones de Fleetwood Mac o Steely Dan e incorporando dejes de artistas de aquí que supieron mezclar lo de allí con influjos del terreno, como Golpes Bajos, Víctor Coyote o Ciudad Jardín. Con versos para el recuerdo y un puñado de hits que con los parámetros y difusión de otras décadas les podrían haber garantizado un reconocimiento masivo, sin contar con el infortunio de salir en plena pandemia.
De nuevo, Cómo Vivir En El Campo muestran una gran personalidad al no tratar de redoblar la apuesta anterior, tomando unos derroteros distintos en la forma. La guitarra acústica en primer plano, con delicados arreglos de piano y cuerdas y la batería pasando de puntillas por la mayoría de los temas, todo ello con una fuerte sensación de cercanía y calidez. Pese a que se mantiene cierta homogeneidad sonora, transitan variados géneros. Tras un evocador instrumental de apertura; “El mundo me debe nada” retoma el casticismo y sabor de su anterior LP pero en formato austero, con esa lírica que junta la pasión y la cotidianidad en la misma estrofa. “Costilla” comparte el swing de Josele Santiago, “Aunque no te niegue el tiempo” es como un bolero con el sonido melódico de la Costa Fleming y “Algo que nos haga felices” un last dance para bailar arrimados al cierre de la disco. La sensual voz de Begoña Casado, colaboradora habitual presente en varios temas, empasta perfectamente con la más grave de Pedro Arranz, que se luce en solitario en el tango ralentizado de “Planto de las tres tijeras”.
Además de absorber lo atemporal y lo añejo con naturalidad, el otro factor diferencial del grupo es la poética lírica de Arranz, que deja filtrar sus muchas lecturas en sus letras, no en vano se citan más poetas que músicos en la hoja promocional del disco, como Nicanor Parra o Luis Chaves entre otros. “No me deis puchero para cenar, cebadme a pólvora y aguardiente”, recita en “Mudanza del pensamiento”; o “vigila qué escribes cuando te vayan quedando 100, 500, 300, 25 latidos escasos” en la cubana “María Guadaña”. Sus particulares dicción y tempo al cante subrayan los versos reclamo, que nos tienden la mano para entrar en su mundo.
Las canciones son breves y el disco pasa en un suspiro, con lo que si uno se ha dejado impregnar por ese ensueño ocioso como de calurosa tarde de verano y no quiere salir tan pronto ahí afuera, no tendrá más remedio que volverlo a escuchar. ∎