A priori Dean Blunt podría parecer un artista inaccesible y elusivo, y desde luego en su carrera se ha caracterizado siempre por ir en contra de los cánones de la industria, abrazar un cierto anonimato o al menos un honesto perfil bajo y poner mucha distancia entre música e identidad o ego. Pero realmente su proyecto es, desde el primer momento, esencialmente colaborativo, construido en comunión artística con otros, y no deja de expandirse en este sentido. Una nueva prueba es este EP que apenas rebasa los quince minutos y en el que consolida a Elias Rønnenfelt de Iceage como nuevo integrante de su círculo.
No es la primera vez que los dos colaboran. Esta fue “Smile Please”, un tema de 2023 que avanzaba en mucho la estética sonora del debut en solitario del músico danés, “Heavy Glory” (2024), una especie de americana desdibujada. Y el año pasado lo invitó a participar en su segundo álbum conjunto con Joanne Robertson, “Backstage Raver” –lanzado en el sello de Blunt, World Music–, ampliando más y más esa libérrima red creativa de músicos en el margen del sistema. Pero este nuevo encuentro va más allá, estableciendo un sincrético punto medio entre las sensibilidades de ambos, realmente muy conectadas actualmente, abandonando paulatinamente la tensión y la crudeza para reinventar las posibilidades del rock desde un lugar absolutamente difuso y emocional, también más naturalista.
Tampoco es casual: la Londres de Blunt –la de Mica Levi, Vegyn, Raisa K, Coby Sey, Tirzah o Klein– está cada vez más conectada con la escena de Copenhague, organizada en torno al Rhythmic Music Conservatory y a los sellos Escho y 15 Love, y al parecer –porque no hay formación oficial– él mismo y el productor Vegyn arrancaron con la cantante y productora danesa Fine el proyecto The Crying Nudes el año pasado. “lucre”, con su duración brevísima y de nuevo producido por Vegyn, consigue profundizar en todo esto y, al mismo tiempo, regalarnos una estupenda banda de indie rock.
Porque al final de eso se compone básicamente el EP, sí, pero entrando en una zona muy particular, sin dejar de levitar sobre una sutil bruma y desarrollando excelentemente las filias sonoras de sus tres componentes: Rønnenfelt canta –entre guitarras hipnóticas y ligeramente experimentales marca Dean Blunt– sobre pérdidas y amores desesperados con una voz que se mueve entre Robert Smith y Lou Reed y que coquetea con la actitud slacker de unos Pavement. Y la producción expansiva de Vegyn le da al conjunto una sonoridad personalísima que se mantiene decididamente lo-fi incluso en los momentos más opulentos, cercando a veces el hip hop: “5” podría encajar en el repertorio del primer Beck, el dream pop de “7” vuela sobre un loop de batería y violines, y el final de la primera parte de “3”, justo antes de un beat switch que se lleva la canción a otro mundo, recuerda a las aventuras orgánicas de Yung Lean y Bladee.
También hay salidas y concesiones, pero todas siguen el mismo esquema modal: el dream pop psicodélico y un poco baggy de “2” se difumina poco a poco, por ejemplo, y la aproximación al indie folk que marcaba el debut en solitario de Rønnenfelt se replica aquí en “6” como sintonizada a través de una vieja radio portátil en la granja de algún tipo obsesionado con los avistamientos de ovnis; “4”, propulsiva, suena como si los Cloud Nothing de “Attack On Memory” (2012) hubieran escuchado demasiado post-punk británico de los ochenta. Todo está en constante conversación con una psicodelia espacial y bajo un inevitable manto laptopista que decide no fundirlo todo en un collage, más bien disponerlo en pinceladas amplias yuxtapuestas como el Cézanne de su última etapa: pocos artistas ahora mismo pueden decir tanto con tan poco desde la nostalgia indie rock. Por suerte Dean Blunt sigue inmerso en su búsqueda para expresar, en el lenguaje que sea, el sentir contemporáneo, y cada vez parece más dispuesto a compartir sus hallazgos. ∎