Disco destacado

Davendra Banhart

Rejoicing In The HandsYoung God-Everlasting, 2004
“Su voz, un vibrante cable de alta tensión, suena como si hubiera sido grabada setenta años atrás”. Quien así habla es Michael Gira, no muy elocuente en el momento de elogiar obras ajenas, pero totalmente rendido ante el trabajo de Devendra Banhart, el prodigio del folk al que dio cobijo en su sello Young God después de escuchar su incontenible catálogo de grabaciones caseras que le llegaron por mediación de Siobhan Duffy, una amiga.

Antes de este encuentro, la biografía de Banhart tiene suficientes datos y giros extravagantes como para servir de material de base para una de las monumentales narraciones de David Foster Wallace: nacido el 30 de mayo de 1981 en Texas, bautizado Devendra en honor de una deidad hindú. Estancias en Venezuela, Los Ángeles y en la escuela de arte de San Francisco. Precisamente en Frisco tiene lugar su primera actuación en público, un debut nada convencional: interpreta “Love Me Tender” en la boda de sus dos compañeros de piso, homosexuales. A partir de entonces, una sucesión de shows en cafés y locales de, según él, dudosa reputación. Un paréntesis bohemio en París, squats en Nueva York, noches a la intemperie y en la indigencia...

Prodigio folk.
Prodigio folk.
Cuando Young God publica a finales de 2002 “Oh Me Oh My…” (título completo: “Oh Me Oh My... The Way The Day Goes By The Sun Is Setting Dogs Are Dreaming Lovesongs Of The Christmas Spirit”), el deslumbramiento es total. El disco, veintidós canciones digitalizadas sin retoques ni embellecimientos, tal y como estaban en las cintas originales, destapa el fascinante mundo de un compositor, guitarrista e intérprete flotando en la placenta de un universo sin asideros especialmente conocidos. Es folk, puede, pero alentado por imágenes surrealistas de difícil o imposible descodificación. Impenetrables pero fascinantes, especialmente por el vehículo que utilizan para respirar: una voz siempre al límite de la ruptura, dulce, irónica, maleada por el (improbable) paso del tiempo, y un rasgueo de las seis cuerdas que parece sampleado de prehistóricos vinilos de blues del Delta. Canciones escapadas del subconsciente alunizando en la sala de estar de la emoción, ecos remotos en clave contemporánea con las deudas exactas, sin amarras referenciales que lo anclen en ninguna franja concreta. Su amor por Fred Neil, Mississippi John Hurt o Vashti Bunyan (recomendación uno: busquen sin excusas “Just Another Diamond Day”, 1970, una de las joyas semiocultas del folk británico de todos los tiempos) queda patente, pero la inclasificable personalidad de Banhart hace inútil cualquier otro tipo de comparación.

En la primavera de 2003 aparece “The Black Babies (UK)” –el título es un homenaje al nombre de su primera banda de los años californianos–, un EP que recupera dos temas del disco anterior y rescata seis de su archivo de cintas. Un aperitivo para saciar el hambre de nuevas canciones, canciones que ahora llegan en “Rejoicing In The Hands” después de un proceso que ha intentado mantener la pureza del disco de debut. Encerrado en un estudio de Alabama, solo con su guitarra, Devendra fijó, en poco más de una semana, treinta y dos composiciones de las cincuenta y siete que llevaba en cartera. Aquí ofrece la mitad de ellas, las otras dieciséis aparecerán en septiembre bajo el nombre de “Niño rojo”. A las cintas con su voz y guitarra se le añadieron posteriormente pequeños arreglos de percusión, piano, bajo, violín, chelo y guitarra eléctrica. Pinceladas que no desvirtúan la desnudez primigenia pero que realzan la positiva evolución de su escritura –ahora las canciones están mejor acabadas, siempre dentro de su irrenunciable artesanía “sucia”– y su madurez vocal (ya no hay ni rastro de cierto histrionismo, innecesario, que hacía acto de presencia en el primer álbum).

Suena “This Is The Way” y parece que asistamos a la exhumación de alguna gema enterrada en el fango del Misisipi. Y la risa de Robert Johnson inunda el cruce de caminos entre el pasado vivo y el presente que palpita y se nutre de él (el delicioso tema titular, dueto entre Banhart y Bunyan: sueño cumplido). Charley Patton, Elizabeth Cotten (recomendación dos: consigan “Freight Train And Other North Carolina Folk Songs And Tunes”, 1958, uno de esos discos de folk-blues que crean, mantienen, afición), John Fahey, Syd Barrett, Davy Graham o la corte de ilustres olvidados de Harry Smith también tienen mesa reservada en este banquete. O cuando lo arcaico no es sinónimo de revival ni sequía, todo lo contrario. La prueba definitiva, en el inminente Primavera Sound. ∎

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