Influida por el regenerador “virus Scott Walker”, es ahora cuando, tras más de sesenta años abrazando la ortodoxia de la tradición brasilera, la legendaria
Elza Soares ha grabado la que es su obra más personal y heterodoxa –
“A mulher do fim do mundo” (Circus, 2015; edición internacional: Mais Um, 2016)– de la mano de, entre otros, varios miembros de la familia afrobeat Bixiga 70 y Kiko Dinucci de Metá Metá, la versión carioca de The Ex. Tales mimbres propagan un caudal imprevisible de requiebros atonales, percusiones naturalistas y sobriedad acústica capaz de mirar de tú a tú a los trabajos seminales de Edu Lobo y Caetano Veloso.
Para ello, la cuadrilla dirigida por Soares ha reconducido la samba a un estado milagroso de tensión reivindicativa, abrasión emocional y sexualidad arrabalera, perfilado en las monumentales
“Maria da Vila Matilde”, “Pra fuder” y
“Luz vermelha”. Esta terna reluce soberana sobre una travesía impoluta en la que Soares postula su mirada subversiva como si Hubert Selby Jr. se hubiera criado en las favelas de Río. Aquellas habitadas por un carrusel de seres disfuncionales, con la misma Soares como esa
“Mulher do fim do mundo” que desmaquilla el rostro de un Brasil parapetado bajo el gran autoengaño de los Juegos Olímpicos. ¿La sorpresa del año? Más bien el milagro. ∎