Reedición

Frank Sinatra

WatertownCapitol-Universal, 2022

Entre diciembre de 1967 y noviembre de 1970, Frank Sinatra (1915-1998) grabó nueve álbumes. Inquieto a causa de las transformaciones que había vivido el pop durante la década de los 60, desplazado de su cuota de éxito a pesar de puntuales conquistas, como el número uno de su odiado “Strangers In The Night” en 1966, el cantante de Hoboken buscaba en ese cambio de década un espacio vital que lo conectara al pulso del presente sin perder su proverbial identidad y que fuera más allá de limitarse a firmar versiones de “Yesterday” o “Mrs. Robinson”. Por ello, a sus 53 años, optó por postergar la relación con sus habituales compositores y arreglistas para ponerse en manos de rúbricas asociadas al pop de aquellos años: por un lado, Bob Gaudio, fundador de los Four Seasons junto a Frankie Valli, como encargado de música y producción, y por otro, el letrista Jake Holmes. Ambos acaban de escribir la cumbre creativa del grupo norteamericano –el soberbio y mordaz “The Genuine Imitation Life Gazette” (1969)–, respaldados por un Charles Calello ( o Callelo, como aparece en los créditos originales) que también se agregaría a la nómina de un “Watertown” (1970) subtitulado “(A Love Story)”.

Se trataba no tanto de construir un álbum temático, similar a aquellos hitos de la década de los 50 en Capitol, sino de retomar la temática de desafecto, vulnerabilidad y soledad desde una historia conceptual en dos partes, con inicio, nudo y desenlace, imbuyéndose en primera persona de la psicología del protagonista: un padre de familia abandonado junto a sus dos hijos –“Michael & Peter”– por su mujer –“Elizabeth”– en una pequeña ciudad norteamericana llamada Watertown, en cuya estación ferroviaria –“The Train”– esperan inútilmente un retorno que nunca llegará a producirse. Un relato en el que algunos incluso leyeron ciertos paralelismos con la ruta amorosa (Ava Gardner, Elizabeth Taylor, Mia Farrow…) del mismo Sinatra.

El álbum contó con muchas de las premisas necesarias para formar parte de la concurrida galería de discos malditos, respaldado por singularidades que rompían hábitos hasta entonces casi sagrados: Sinatra había grabado su voz en 1969 con posterioridad al registro instrumental; la grisácea portada gatefold del álbum no mostraba su cara, sino la imagen a plumilla de la desolada estación de tren con padre e hijos frente a frente, compartiendo dolor; la crítica lo recibió con cierta indiferencia y ni siquiera las ventas hicieron mínimo honor a la trayectoria de un divo de su colosal reputación. Un menguado escenario acentuado en junio de 1971 por el anuncio de una retirada parcial de Sinatra, pronto desmentida con su regreso en 1973 de la mano del – ahora sí – exitoso “Ol’ Blue Eyes Is Back” (1973). El swing estaba de vuelta.

Y también lo está ahora “Watertown”, con nuevas mezcla y remasterización a partir de las cintas originales de las sesiones de Reprise, preservando su secuencia original en vinilo, mientras que las ediciones en CD y digital agregan ocho temas de propina, incluyendo versiones alternativas de las sesiones de grabación, dos anuncios de radio y tres tomas de una “Lady Day”, dedicada a Billie Holiday, que no formó parte del álbum aunque sí figuró en su salto al CD en 1994. La reedición también recrea el artwork original –póster incluido–, nuevas notas, un desglose pista por pista suscrito por Gaudio, citas de Sinatra, así como ensayos de Frankie Valli y Jake Holmes, entre otros.

En realidad, nada imprescindible para un disco cuya hondura emocional se defiende desde un portentoso registro propio, enmarcado en un cuadro de renovadores arreglos, firmados por Calello y Joe Scott (también de la familia Four Seasons), que se apartaban de la tradición orquestal para desplegarse sobre descriptivos títulos como “Goodbye (She Quietly Says)”, “For A While” o “I Would Be In Love (Anyway)”, single y punto de partida del disco. En todos ellos, Sinatra asumía su papel de crooner pop contemporáneo, penetrando en las palabras y abordando con exquisito calado temas como ruptura, perdón, melancolía, olvido y, por supuesto, amor, hasta dar cuerpo y sentido a una narración en carne viva; la postrera pieza maestra de su apabullante discografía.∎

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