Curtida en los indie rock Reservations, Jana Horn emprendió en 2016 una discografía en solitario que tendría cima temprana en el álbum “Optimism” (2020), primero autoeditado en vinilo e injustamente poco escuchado, y el año pasado recuperado y promocionado con el mimo necesario por el sello No Quarter. Todo apoyo es poco, en realidad, para un debut largo de esa categoría, un ejercicio de country-folk-rock basado en un subyugante minimalismo sonoro y letras igualmente concisas, algunas veces de un cripticismo menos frustrante que fascinante.
En su esperada continuación, “The Window Is The Dream”, Horn sigue apostando por una sutileza suprema en cada pequeño elemento. La paleta instrumental es rica y variada (vibráfonos, chelos, varios guitarristas, cajas de ritmos), pero no se busca el ornamento, sino bellas y crudas tensiones. Las letras son igual de misteriosas que en el anterior disco; se advierte un intento de encontrar respuestas, pero no se renuncia al misterio a la hora de expresarlas o admitir que no existen. Horn escribe en la nota de prensa del álbum sobre su poco interés en “presentar un diario”. Prefiere la abstracción que puede brindar la poesía, una disciplina que ha empezado a estudiar. Sus inspiraciones literarias son exquisitas: Frank O’Hara, Clarice Lispector, Denis Johnson, Roberto Bolaño… Casi nada.
Todo arranca con el curso sonámbulo, hipnótico, de “Leaving Him”, con vibráfono de Sarah La Puerta Gautier. Escuchamos una de las primeras casi conclusiones alcanzadas por Horn durante el período de reflexión del que emergieron estas canciones: es necesario “separar lo que temes / de lo que ves”. En la posterior “Days Go By” se empuja a sí misma a distinguir “vista de visión”. Mientras trata de, en cierto modo, descifrar la naturaleza engañosa de nuestra realidad, Horn logra paradójicamente que todo resulte más enigmático. Es esa voz dulce pero menos, o ese ritmo de quieta tensión pautado por la batería de Adam Jones, colaborador de Bill Callahan.
El ritmo ya había llegado antes en “After All This Time”, maravilla atemporal con aromas de clásico instantáneo. Al contoneo bossa se unen unas guitarras en sutil diálogo y el arreglo de chelo de Jared Samuel Elioseff, más conocido como teclista; de Kevin Morby, por ejemplo. En la también estupenda “The Dream”, nacida de un poema fallido que Horn escribió recién despertada (buena forma de preservar el misterio), son voz y guitarra las que parecen dialogar e incluso discutir. Otro par de joyas, “Love In Return” y “Old Friend”, vieja canción, instalan un clima delicadamente amenazador.
Para la recta final quedan los temas más marcianos y también el más directo y frontal. “Song For Eve” e “In Between” son una prolongación de “Jordan”, el tema de “Optimism” que hacía soñar con todo un repertorio de subtrama electrónica. Al final son solo un par de piezas, pero dignas de Broadcast. En el otro extremo, “The Way It Was” tiene como protagonista casi absoluta a la voz de Horn, más alta que nunca en la mezcla, más baja que nunca de espíritu: “No supe cómo hacer que mi corazón dejase de latir contra una puerta que estaba cerrada”. ∎