Reedición

Johnny Hallyday

VieMercury-Universal, 2022

Circuló durante años entre los estudiantes de la Sorbona el recuerdo de una escena casi fantasmagórica que tuvo lugar en mayo del 68: en medio de una violenta batalla campal con la policía, un Rolls Royce blanco apareció inesperadamente en el bulevar Saint-Germain. Ambos bandos se lanzaron hacia el vehículo como disparados por un resorte, pero cuando lo alcanzaron quedaron paralizados al reconocer en él a Johnny Hallyday (1943-2017), que, recién llegado a París, se había acercado a ver con sus propios ojos aquella revolución de la que todo el mundo le hablaba. Bajo un silencio sepulcral, el coche avanzó lentamente entre el humo de las barricadas hasta que, al desaparecer de su vista, el tumulto continuó como si nada hubiera sucedido.

Criado en una familia de cómicos de la legua que giraba por toda Europa y sin una mínima formación básica, Hallyday siempre vivió al margen de las dinámicas políticas de su país y posiblemente nunca alcanzó a entender acontecimientos tan ajenos a él como los que rodearon aquel 68 parisino. Lo que no significa que, siempre intuitivo, se le escapara que no era aquello algo que pudiera dejar de lado para seguir levantando una discografía que suponía el reflejo más certero de la agitada contracultura que bullía en Francia.

Su reacción llegaría un año más tarde, cuando conoció al escritor y cineasta Philippe Labro. Recién llegado de una California sumida en la resaca del verano del amor, Labro supo trasladarle el zeitgeist del momento y, con la complicidad de Jacques Lanzmann, el afilado letrista de Jacques Dutronc, elaboró unos textos que dejaban atrás las habituales letras autobiográficas del cantante para plasmar un universo marcado por la amenaza atómica, la contaminación, Vietnam o el pacifismo. Pero Hallyday entendió que aquello no era suficiente para reflejar el mundo en mutación que lo rodeaba y decidió enriquecer su sonido con el folk, la psicodelia, el pop barroco e incluso el progresivo. No era un salto sencillo para un músico que en compañía de Jimi Hendrix, Jimmy Page o los Small Faces acababa de situarse en lo más alto del pódium del hard rock europeo con su LP “Rivière… ouvre ton lit” (1969), pero la amalgama de elementos terminaría cristalizando en uno de los discos fundamentales de su carrera, “Vie” (1970).

La actual reedición afrontada por Universal en la minuciosa reconstrucción de la discografía de Hallyday que arrancó el año pasado con “Rivière…” consta no solo de una excelente remasterización y un libreto canónico, sino de todo lo necesario para contextualizar un LP al que, más de medio siglo después, es difícil discutir su brillo: tres discos repletos de inéditos, directos, tomas de estudio y material desperdigado por singles y EPs. Y si el álbum suponía por sí mismo una de las piedras miliares de la carrera de Hallyday con algunos de sus clásicos más perdurables –“Essayez” o “La fille aux cheveux clairs–, la ampliación del campo de batalla extiende su radio de acción por terrenos que plasman la voracidad de un cantante empeñado en aglutinar por sí solo todo aquello que sucedía a su alrededor. Valgan para ello caminos tan inesperados como el salto al pop barroco de la mano de Jean-Claude Vannier, posterior arquitecto en la sombra de discos tan suntuosos como el “Histoire de Melody Nelson” gainsbourguiano (1971) –“Ceux que l’amour a blessés”–, u otros más previsibles pero no por ello menos válidos, como el ahondamiento en terrenos pantanosos del blues y el hard rock que por momentos sitúan el conjunto en un punto intermedio entre dos de sus referentes directos de aquellos años, Led Zeppelin y Black Sabbath –“Pour moi tu es la seule”–, o la desbordante toma de más de siete minutos de “Le monde entier va sauter”. Completa ahora la panorámica, el peso de “Vie” no hace sino aumentar para erigirse como uno de los discos clave que supieron reflejar milimétricamente aquel bullicioso tránsito de década. ∎

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