Después de una serie de problemas personales no aclarados por el artista de Nuneaton,
Martyn Bates insiste con su tercer álbum de estricto solitario en apenas dos años. Se hace llamar
Kodax Strophes, un nombre que recala visualmente en el primer sencillo de su banda Eyeless In Gaza –en dique seco desde 2019–, “Kodak Ghosts Run Amok” (1980), pero que en realidad traza una nueva línea de salida en las viejas formas de hacer.
“Summer, Cat’s Cradle” reúne en su título la energía del verano y el viejo juego de hacer cunitas con un cordel. Las referencias a la infancia, recurrentes en Bates, le sirven para recrearse en las ideas de creatividad emergente y de laberinto, de anudación y de escapatoria. Kodax Strophes persiste en la noción de canción, puesto que su autor canta casi todos los temas transmitiendo un ancestral sentido melódico mil veces combinado y permutado por el músico inglés. Su voz dibuja la narración, pero se iguala ahora al resto de instrumentos en unas piezas que carecen de estribillo y que tienden a jugar con la disonancia, los timbres inesperados, los ritmos de cercanía o las texturas sorprendentes. Con excepciones balsámicas como
“In Child’s Time/Cumulo Nimbus”, una especie de nana instrumental que insiste en el sentimiento de protección. Otra es
“How Will You Know When Tomorrow Comes”, en clave Fairport Convention futurista.
Bates quiere indagar intuitivamente entre lo onírico y lo consciente, lo organizado y lo aleatorio. Trata de iluminar la dispersión espiritualizada de lo íntimo con algo objetivamente comunicable, aunque recurra a la improvisación como método de trabajo básico, siempre de doble filo. Pero la presencia de “Summer, Cat’s Cradle”, y aquí es donde se ve multiplicado su valor, es acogedora y consonante, no se precipita en el caos a pesar de su vocación “catártica”, según Bates. Yo añadiría que melancólica sin cursilería, telúrica sin extravagancias y mística sin mitos demasiado irracionales.
“Freedom Reel”, primer corte del disco, habla de sueños, de la niñez, de emancipación. En ella, y en muchas otras, Martyn Bates recurre a una gran riqueza instrumental y a sonidos de campo cotidianos que permiten la libre asociación. Con ello, parece querer traducir musicalmente un sentido profundo y fascinado –“psicodélico” serviría como eufemismo– de la existencia, catalizando con eficacia el tránsito entre sentimiento, pensamiento y expresión. No se percibe angustia en esta música, sustituida ahora por una calma en absoluto conformista. “Summer, Cat’s Cradle” es la cálida oferta de Bates para, si quieren, el crudo invierno que se avecina antes de la eterna y cruel renovación. ∎