Como una Barbie de perfección blonda y piernas kilométricas por las que podrían circular autopistas, Kylie Minogue se ha pasado los últimos años llevando al límite esa idea de que no hay nada más empoderador que cambiarse constantemente el vestuario y lucir tan divina como siempre. Lo hizo con disfraz country incluido en “Golden” (2018) y también con “Disco” (2020), sumándose a la fiebre disco del cénit pandémico. Pero para su nuevo álbum, “Tension”, la diva australiana ha decidido renunciar a los discos conceptuales para redoblar su apuesta de hacer música desacomplejada y relajada, un pop electrónico de purpurina y de fácil digestión para todo tipo de públicos con devoción por la bola de espejos.
Quizá por eso es de llevarse las manos a la cabeza que Kylie Minogue haya sido el blanco de la nueva polémica edadista; hablamos de una artista que ha navegado a través de las revueltas aguas de la madurez con una dignidad y agudeza pop sobrehumana durante ¡cinco! décadas. Ya vendría a ser el momento, por tanto, de olvidarse de las listas de ventas y la cobertura radial (por no hablar de la tersidad de piel) como únicas métricas para calibrar el éxito de una canción. “Padam Padam”, lanzada el pasado mayo como single principal de este “Tension”, desafió toda expectativa de la industria y sorteó discriminaciones por edad después de que BBC Radio One se “olvidase” de reproducirla en la semana de su estreno. Pocos días después, el Orgullo se la apropió como himno queer con fans tan célebres como Ariana Grande y, desde entonces, no hay ningún loco que le haya negado su categoría de “canción del verano”. Creo que a estas alturas cualquier persona con TikTok instalado en el móvil ya la ha escuchado incontables veces. “Padam Padam” suena rabiosamente moderna y, a la vez, no desluce junto al repertorio clásico de Kylie. Es, de hecho, ese tipo de canción para sentirse bien que a la australiana tan bien le sale. Un portento de tema que suena a pop fase América imperial.
Por todo eso, parecía una empresa harto difícil que “Tension” pudiese, sí, aguantar la tensión de un hit tan rotundo, con una potencia de mil eclipses de sol. Mucha confianza en el material que se traía entre manos tuvo Minogue para colocar ese monstruo pantagruélico, “Padam Padam”, en la primera pista, pero no hay que esperar demasiado para comprobar que de instinto e intuición pop la artista también va sobrada. La sacudida rítmica y emocional se sucede en la mayoría de tramos de este trabajo. “Hold On To Now”, por ejemplo, se nutre de una energía robynesca, en el sentido de que, como la sueca, consigue condensar en apenas cuatro minutos esa sensación de que solo en la pista de baile las posibilidades son infinitas, por mucho que estés hecho una mierda. Por no hablar de una “Tension” (objetivamente, mejor canción incluso que “Padam Padam”) en la que hace explotar los termómetros, puro sudor y optimismo sexual. Por el camino también van apareciendo perlas como “Vegas High”, un guiño a la residencia que tendrá el próximo año en Las Vegas, pero también una referencia directa a la mejor Kylie, la de “Fever” (2001), o “10 Out Of 10”, que, aunque supone la única colaboración del disco –con el gigante EDM Oliver Heldens–, fluye hacia otros derroteros más Hi-NRG con unos coros a lo Ballroom que se sitúan a medio camino de la Beyoncé renacida y, claro, Pet Shop Boys. Con semejantes argumentos, en fin, parece mentira que aún haya alguien que le discuta algo a Kylie y no bese el suelo que pisa. MADRE.∎