Por fin, un poco de aire fresco en el estancado panorama del rap mainstream estadounidense… con el pequeño detalle de que esto no es un álbum de rap. Ni de lejos. En un movimiento radical, el otrora mumble rapper Lil Yachty ha sorprendido a propios y extraños con un proyecto abocado a los ríos del rock psicodélico.
Eterno secundario de esa hornada que empezó a despuntar en 2015, desquiciante para algunos oldheads, visto en ocasiones como un comic relief, apadrinado por grandes nombres, de Ye a Drake pasando por Migos o la A$AP Mob, el carisma de Lil Boat ha estado ahí desde hace más de un lustro sin que eso se tradujera en una impronta real a nivel artístico, nunca logrando despegarse del todo de los hits que lanzaron su carrera en primera instancia y ofreciendo unos proyectos en largo más bien decepcionantes. Hasta ahora.
¿Es “Let’s Start Here.” realmente un gran disco o nos parece un gran disco por el desconcertante y estimulante hecho de que su autor sea Lil Yachty? Un poco de ambas cosas, seguramente. Pero si esto llevara la más glamurosa firma de un Childish Gambino o de un Tyler, The Creator, quizá ya se estaría hablando de clásico instantáneo, de hito musical... Y, en cierto modo, lo es. Nombres tan importantes como el de Questlove ya han respaldado el atrevimiento de Yachty. Estamos ante uno de esos discos que pueden redefinir una carrera. Empecemos por aquí.
Si Gambino canalizó la energía de Funkadelic en “Awaken, My Love!”, Lil Yachty hace lo propio con Pink Floyd para darnos la bienvenida a su nuevo viaje. Declaración de intenciones. Caminando en la fina línea entre el homenaje y el calco en la, por otra parte maravillosa, “the BLACK seminole.”, con un clímax muy similar a “The Great Gig In The Sky”. Tras el shock inicial, la influencia de la banda británica se abre a otras maneras de entender la psicodelia, tirando del hilo de su remix para Tame Impala (el mismísimo Kevin Parker podría haber concebido temas como “the ride-”, “THE zone~” o “WE SAW THE SUN!”), el trip propuesto por Yachty (ha coproducido doce de los catorce cortes) y la serie de nombres que han colaborado en el disco –los productores Patrick Wimberly (Solange, MGMT), Jacob Portrait (bajista de Unknown Mortal Orchestra), Justin Raisen y Sad Pony (reveladoras las contribuciones de estos dos últimos para Yves Tumor) aparecen acreditados en la mayoría de temas; sorprendentes (o no tanto) los créditos como compositor de Mac DeMarco en dos canciones; Ben Goldwasser (de MGMT) y Alex G también revolotean por aquí– está lleno de transiciones y otros pequeños desvíos musicales: la línea de bajo que impregna de un relajado aire funk “running out of time”; la delicia disco setentera encabezada por la cantante Diana Gordon en el primer tramo de “drive ME crazy!”; las alternancias imposibles entre ¿el hyper rock?, ¿el punk rap? de un Yachty enrabietado y el balsámico R&B de Fousheé en “The Alchemist.”; ese final de black rock con nota introspectiva auspiciada por la envolvente voz de Daniel Caesar en “REACH THE SUNSHINE.”; o el íntimo spoken word de “:(failure(:”, clave para entender el porqué de todo esto, “Revise your steps and rewrite your future”.
Eso ha hecho. Siendo tan solo dos los temas en los que rapea, se confirma una sospecha que sobrevolaba la carrera de Yachty: su faceta como crooner del Auto-Tune es más magnética que su destreza como MC. Aquí, su forma de cantar, sus inflexiones vocales, su voz entrañable, también otorgan al disco un toque distintivo, emotivo y personal. “sAy sOMETHINg” o “sHouLd i B?” son un buen ejemplo de cómo su capacidad melódica casa bien con las instrumentales. En “pRETTy”, incluso nos obsequia de nuevo con ese vibrato ahogado en lean que catapultó a “Poland”, su involuntario hit del año pasado.
Que, a pesar del drástico cambio de género musical, mantenga por momentos su estilo desenfadado es casi tan digno de reseñar como el propio hecho de llevar a cabo con éxito tal transformación. Haberlo hecho sin renunciar a su forma de ser. Se puede considerar, con más o menos razón, que este disco supone una especie de “traición” al rap, pero lo que realmente debería prevalecer y lo que en el fondo legitima el movimiento es el hecho de que este álbum se siente tan de Lil Yachty como cualquiera de sus anteriores, o incluso más. No es un capricho en busca de apelar a otras esferas, se nota que hay honestidad. Esa también es una de las razones por las que ha conseguido revertir el habitual resultado obtenido cuando el rapero de turno se pasa al rock (que se queda en tierra de nadie). Aunque las mezclas de géneros en el hip hop son más norma que excepción, no dejan de ser eso, influencias con un mismo centro de gravedad en común. Con “Let’s Start Here.”, en cambio, Lil Yachty directamente se ha salido de órbita. Ha alcanzado el sol. ∎