A estas alturas, coronados ya unos cuantos ochomiles y a muchos años de casi todo, ya sean los ardores adolescentes o los primeros brotes de urticaria flamenca, ¿qué esperamos de un disco de Los Planetas? ¿Qué esperan ellos mismos? ¿Tradición entre manguerazos de electricidad? ¿Turismo folclórico? ¿Himnos generacionales para una generación (aún) hambrienta de épica? ¿Fusión flamenca con ribetes de vanguardia?
Cada nuevo disco, es cierto, renueva las preguntas y encarece las respuestas, pero en este caso el mayor interrogante que planea sobre “Las canciones del agua”, décimo álbum de los granadinos, es si Los Planetas siguen siendo Los Planetas o andan ya en busca de una nueva encarnación digamos que menos grupal y más bicéfala. Cuesta imaginar, por ejemplo, a Eric y Banin defendiendo apasionadamente un disco en el que el pianista David Montañés y el guitarrista Edu Espín, hijo de Carmen Linares, les han birlado parte del protagonismo.
Dicho esto, y a juzgar por el maratón promocional de J y Florent en los últimos días, me temo que “Las canciones del agua” será un disco mucho más importante para ellos que para nosotros. Un disco que funciona mejor en el plano teórico que en el práctico y que se defiende con mayor soltura con lo dicho y repetido entrevista tras entrevista que con lo cantado. Ya saben: la foto fija del momento; el poder desgajar a placer sus principales señas de identidad para viajar de lo local a lo universal; el tránsito de su querida Granada a las revueltas del Black Lives Matters y la zozobra de la pandemia; la reconexión con las raíces a través de Lorca y Carlos Cano….
Suena bien, ¿verdad?
Lástima que, a la hora de darle forma a todo esto, “Las canciones del agua” se materialice en un disco musicalmente menor. O, si me apuran, mediano. Un disco más bien rácano (solo tres de las nueve canciones son estrictamente nuevas) y conceptualmente emparentado con “Encuentros con entidades” (2002) y “Contra la ley de la gravedad” (2004), ya que, aquí como ahí, los granadinos suenan redundantes y autorreferenciales en exceso. Gastados de tanto usarse. Basta con mirar, ni que sea de reojo, “La leyenda del espacio” (2007), su última gran mutación, para convencerse de que ni el ánimo, ni la ambición ni las ganas tienen nada que ver.
Si empezamos por el final, “El antiplanetismo” es la foto, también fija, de una banda desfondada que intenta explicarse echando mano del retrovisor; cuatro tipos entrechocando pedernales en busca de la chispa perdida. Y si empezamos por el principio, sorprende que musicar a estas alturas un poema de Lorca y extenderlo hasta los doce minutos entre caricias de piano y guitarras narcotizadas pueda entenderse como algo revolucionario.
“El manantial”, es cierto, es una hermosa y delicada canción-río de versos deslumbrantes y, muy probablemente, lo que mejor ha cantado J en los últimos años, pero no deja de ser una aproximación más bien ortodoxa al poeta granadino. Riesgo el justo para inaugurar un disco que refunde las canciones que la banda publicó en 2021, himnos pandémicos a la sombra de “El negacionista” y “El rey de España”, con incursiones en el cancionero de Carlos Cano (los tanguillos de “La morralla” suenan aquí tan luminosos y planetarios como líricamente desubicados) y desganadas aproximaciones al trap.
Ahí queda, por ejemplo, su relectura de “Se quiere venir” del también granadino Khaled, eco lejano de “Islamabad” que explica, aunque sea por omisión, parte de lo que le ocurre a “Las canciones del agua”. Y es que mientras que la adaptación de Yung Beef era el mercurio rojo que irradiaba hasta el último rincón de “Zona Temporalmente Autónoma” (2017), no hay aquí una canción-bandera; un faro que ilumine el lugar en el que hay que plantar la bandera. Solo esbozos, simpáticos ejercicios de estilo (imposible resistirse a “Alegrías de Graná”) y autocitas para redondear un trabajo de corte y confección que quizá hubiese tenido más sentido despiezado en dos EPs independientes. De otro modo, lo que queda es el retrato de una banda que ha empezado a quedarse atascada en el barro. Falta por ver qué ocurrirá cuando empiece a acelerar. ∎