Del área de San Francisco proceden nombres como Creedence Clearwater Revival, Sly & The Family Stone, Metallica, Jefferson Airplane, American Music Club, Sun Kil Moon, Flamin’ Groovies… La lista es interminable, también en el apartado de pop experimental, donde no podemos olvidarnos de proyectos como Chrome, The Residents, Tuxedomoon y, por supuesto, Matmos, uno de los más recientes y longevos.
Instalados en Baltimore, el dúo compuesto por M. C. Schmidt y Drew Daniel ha elegido como motivo de su duodécimo álbum “no colaborativo” –al menos no en un sentido estricto– la desconocida figura de Bogusław Schaeffer. Otras veces, la excusa empleada por Matmos para componer sus característicos puzles sonoros fueron la cirugía, el plástico o los objetos del hogar. Esta vez lo intrigante es descubrir de alguna manera a qué suena Schaeffer, el poliédrico compositor polaco fallecido en 2019 –también ejerció como crítico musical, profesor y autor de teatro–.
De esta forma, la base de “Regards/Ukłony dla Bogusław Schaeffer” –o sea, “Saludos para Bogusław Schaeffer”– ha sido la música grabada por un artista perteneciente a la generación de Krzysztof Penderecki y otros miembros del Grupo de Cracovia. Investigando un poco más, averiguamos que una pieza de Schaeffer, “Klavier Concert”, fue elegida por David Lynch para la banda sonora de “Island Empire” (2006) junto a sus compatriotas Penderecki y Witold Lutosławski, entre otros artistas muy apropiados.
No debe de haber sido sencillo penetrar en el universo sonoro de Schaeffer, cuya obra completa se encuentra depositada en los archivos del Instituto Adama Mickiewicza de Varsovia. Schmidt y Daniel, que han tenido acceso privilegiado a la misma, mencionan en los créditos las composiciones escogidas a la hora de regurgitar los ocho difíciles títulos de su sugestivo homenaje. Por su lado, en Thrill Jockey confrontan la “utopía” de Schaeffer con los “distópicos” Matmos. Curiosa pista extramusical no menos intrincada, todo sea dicho. Bien es verdad que buena parte de las obras del primero se desarrollaron en los ilusionantes años 60, mientras que Matmos viven una fase histórica grimosa.
La reverencia electrónica de Matmos a Bogusław Schaeffer se cimenta en elementos como la nitidez, el clásico corta-pega y una versión extrema del kantiano libre juego de las formas a base de deconstrucciones, reconstrucciones y fragmentación. Una experiencia envolvente que exige la escucha atenta a fin de que la inmersión no acabe en asfixia. Pero también hay momentos para el reconocimiento. “Resemblage / Parasamblaż” contiene una preciosa melodía en forma de “gamelán eslavo”; “Cobra Wages Shuffle / Off! Schable W Gurę!” podría haber salido de un cartoon musicalizado por Raymond Scott con trazas breakbeat; “Flight To Sodom / Lot do Salo” recuerda a las secuencias electrificadas de Manuel Göttsching con dejes de IDM; o la máquina de escribir y voces de “Few, Far Chaos Bugles / Uff... Bosch Gra Wałęsę”, notas que reducen el estrés sincopado de una pieza que a la vez se beneficia de un sutil toque de ambient.
En definitiva, hay que agradecer a Matmos el esfuerzo que han derrochado por dar a conocer, a través de su túrmix dadaísta, esta gran muestra del arte de Bogusław Schaeffer. Un compositor experimental cuyos intereses musicales abarcaron clásica, jazz o electrónica, y parte de cuya obra, en manos del dúo norteamericano, revive misteriosamente, mutando en algo nuevo, bien diferente y, sin duda, más accesible. ∎