Álbum

Meg Baird

FurlingDrag City-Popstock!, 2023
Meg Baird regresa con un nuevo álbum que ya empezó a asomar allá por el mes de abril del año 2020. “Cross Bay” fue el adelanto, una canción que se desenvuelve en torno al agradecimiento a un amigo y que contiene todos los elementos definitorios de la artista de Nueva Jersey: sedoso trémolo vocal, impecable punteo acústico, melodía de cálidas consonancias… Pero es una composición que encaja a la perfección en su antiguo repertorio.

El significado de “Furling” es más intuitivo que literal. Tiene una connotación de recogimiento alrededor de un núcleo, de acurrucarse a salvo de algo o de enrollarse en un lugar seguro, aunque la planta que aparece en su portada también sugiere la idea de crecimiento. Interpretaciones que vienen a cuento dada la importancia que tienen las palabras para la antigua cantante de Espers. Pero los esfuerzos que les dedica también tienen mucho que ver con su musicalidad. Es quizá este sentido más abstracto el que predomina en su cuarto álbum en solitario. El último, por cierto, fue “Don’t Weigh Down The Light” (2015), y tres años más tarde publicó “Ghost Forests” en colaboración con la arpista Mary Lattimore. Durante todo ese tiempo también se mantuvo ocupada tocando la batería, componiendo y cantando para Heron Oblivion, la banda de Charlie Saufley, su actual pareja, con quien ha producido este nuevo trabajo.

Baird goza de un aura misteriosa que cultiva junto a esa fascinante falta de pretensiones que proyectan todos sus discos, y “Furling” no es una excepción. Pero lo novedoso en esta gran colección de canciones se encuentra en una pieza llamada “Ashes, Ashes”, donde Baird sustituye la estructura tradicional de “canción” por una cadencia que construye a base de piano y percusión. Con ello crea una atmósfera jazzística, espaciosa, semisomnolienta, sobre la que improvisan el resto de instrumentos –vibráfono, guitarra eléctrica, tarareos–, que recuerda un poco a los Doors de “Riders On The Storm”. Pero como si hubiesen cambiado el vehículo motorizado por una mecedora –“rocking chair” sería bastante más gráfico–, obteniendo por el camino un efecto liberador que se mantiene a lo largo del disco.

Solo se trata de un corte introductorio, pero marca definitivamente el paso de “Furling”. Composiciones como la cinematográfica “Will You Follow Me?” –coescrita junto a Saufley, al igual que “Star Hill Song”–, las meditativas “Unnamed Drives” y “Twelve Saints” –de nuevo ese vibráfono tan querido por iluminados como Tim Buckley y Tindersticks–, las impresionistas “Ship Captains” y “Wreathing Days”, con sus arreglos de piano –la segunda recuerda más a Debussy–, no parten seguramente de presupuestos tan radicales, pero contribuyen a la percepción del álbum como un fresco coherente y distinto en la carrera de Meg Baird. Una mujer que parece haber encontrado su centro de gravedad permanente, produciendo como resultado un trabajo que va creciendo, inagotable, también en tu interior, y al que buscas casi fotosintéticamente, o como una entrañable polilla que persigue la luz, para envolverte en él, a ser posible, lejos del mundanal ruido. ∎

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