Álbum

Midnight Sister

Painting The RosesJagjaguwar-Popstock!, 2021

De inicio se me metió en la cabeza que este disco sería favorito de David Bowie, quizá porque el tono general de cosquilleo placentero que me produjo su absorbente y gomoso sonido me retrotraía a las primeras escuchas de sus canciones más autorreferenciales, como “Ashes To Ashes” (1980) y por ahí. Luego, compruebo algunas menciones afines. “Painting The Roses” es el segundo largo de un pintoresco dúo de Los Ángeles, el que forman Juliana Giraffe y Ari Balouzian. Ella, cineasta y artista visual devota precisamente del Duque Blanco; él, músico de formación clásica y compositor de bandas sonoras, cuya experiencia en el pop se limita a arreglos para tipos interesantes y prometedores como Alex Izenberg o Tobias Jesso Jr.

El debut en 2017 de Midnight Sister en Jagjaguwar ya mostraba virtudes que ahora redondean con una docena de canciones sensuales, misteriosas, finas, y a la vez con un punto bizarro que marca diferencia con otros ejercicios de estilo, a rebufo del pop art y la vía cinemática con toques orquestales. Su gracia está en combinar de un modo un tanto retrofuturista y personal glam estilizado con pop barroco, disco-funk galáctico con psicodelia suave y festiva, cabaret moderno con olfato melodramático hollywoodiense, como si Bernard Herrmann, Burt Bacharach y David Lynch se dieran la mano en la segunda mitad del álbum en piezas como “My Elevator Song”, “Wednesday Baby” o la titular. A todo ello contribuyen unos aéreos arreglos de cuerda que juegan traviesos e imaginativos, experimentales hasta cierto punto (ese saxo rampante rodeado de coros en “Dearly Departed”). Mientras, la voz de Juliana se desliza suave y seductora unas veces, más dramáticamente burlona otras, en lo que atisbamos una composición teatral en toda regla.

Un paseo por sus imágenes y vídeos corrobora lo anterior. Cruce imposible de Frida Khalo y Lindsay Kemp, Giraffe se exhibe en un espejo distorsionante en la tentadora “Satellite”, se transforma en torera cubista para la permeable “Doctor Says”, o se convierte en un mimo tan angelical como amenazante que emerge de una cortina lynchiana vestida con traje de gata con perlas, para terminar despeinada entre contenedores de basura, en “Foxes”, probablemente su canción estrella. Ahí quizá tome apuntes de Marc Bolan, The Beatles, Oasis, Les Rita Mitsouko o los Pink Floyd de “The Dark Side Of The Moon” (1973) y, claro está, Bowie, para recomponer un baladón inmenso que debería asaltar las listas de éxitos. Remedo o arrebato propio; mucho arte, en cualquier caso. ∎

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