Pues ni “El disco de post-rock más caro jamás grabado” ni “El exorcista III”. Al final se ha impuesto la sensatez y los de Glasgow bautizan su nueva entrega con un título mucho más acorde con sus intenciones. Un título que, además, no engaña: esta es una “Acción rock” que reaviva la conexión conceptual de
Mogwai con los grandes grupos de la historia, de The Velvet Underground a Sonic Youth, de The Beach Boys a The Jesus & Mary Chain, y los reafirma como banda de rock contemporánea que intenta abrir nuevas vías para las guitarras eléctricas sin abdicar de ninguno de los hallazgos del pasado. Ya sea de forma premeditada o por casualidad –Mogwai es de esos grupos que se niegan a destripar verbalmente su obra; prefieren hablar de azar y ganas de divertirse, la trascendencia la dejan para los críticos–, lo cierto es que el quinteto ha marcado un punto de inflexión en el conglomerado indie y no parecen dispuestos a perder comba y pasar a segundo plano. La ecuación tensión/relajo, distorsión/melodía, máximo símbolo de identidad del quinteto –y que, mucho más que en sus discos, queda perfectamente ejemplarizado en sus incendiarios directos–, busca en
“Rock Action” alternativas que no agoten el potencial de una fórmula no precisamente original, evitar el estancamiento tras el arrollador e incontestable
“Young Team” (1997) y la (muy relativa) decepción de
“Come On Die Young” (1999). El arma principal utilizada es la introspección y una placidez expositiva que puede hacer pensar, erróneamente, en el sobado asunto de la “banda sonora imaginaria”. “Rock Action” es mucho más que eso: escarba en el armazón del rock para llegar hasta su tuétano, se despoja de incómodos residuos para embotellar lo esencial.