Álbum

Molly Nilsson

AmateurNight School-Dark Skies Association, 2025

Quienes no pudieron acudir al concierto que dio en Barcelona el pasado 19 de noviembre aún tienen la posibilidad de cazar a esta rara avis del pop sueco residente en Berlín el próximo mes de enero –por ahora se anuncian fechas en Valencia, Madrid y Oviedo– y, si hay suerte, embutirse al zurrón la versión limitada en vinilo de su nuevo disco. Solo 200 unidades producidas con la coletilla “bootleg edition” es el modesto gancho comercial ideado esta vez por una artista autónoma a más no poder que lleva publicando discos a un ritmo medio de dos por año desde su debut con “These Things Take Time” (2008), si bien el sello escocés Night School distribuye sus discos fuera de Alemania desde 2013 y ha reeditado todos sus álbumes.

El significado del galicismo “amateur” acabó cambiando –alguna etimología asegura que en el siglo XVIII– de “amante” a “falto de profesionalidad”. Molly Nilsson no solo se ha propuesto con su nuevo disco en estudio restaurar el sentido original del término, sino también reclamar el moderno aplicándolo a su propio arte consistente en crear bonitas melodías lo-fi cantadas como desde la trastienda con ese inconfundible sentimiento amateur que la caracteriza. El hecho de que la escandinava incida a estas alturas en un aspecto tan esencial, más aún después del reivindicativo “Un-American Activities” (2024), podría significar que se está quedando sin ideas. A juzgar por la calidad de “Amateur”, la respuesta es definitivamente que no. Ambos discos también coinciden en un detalle quizá no menor: las figuras geométricas en blanco y negro que han adornado las portadas de todos sus álbumes se han visto sustituidas por otros motivos no menos austeros y el color rojo ha hecho su aparición.

Y sí, el amor parece la motivación actual de la esbelta artista de Estocolmo, pero no cualquier amor, sino el querer amateur, en fuga, fracasable, y no cualquier forma de amar, sino como forma de protesta. Vale la pena traducir parte de sus notas para Bandcamp: “Experta, profesional, maestra, destacar y triunfar. ¿Dónde está la alegría en todo eso? Solo quiero divertirme. Quiero querer. Quiero amar. Y seguir haciéndolo para siempre. Quiero divertirme, incluso cuando sea agotador y que a veces hasta el cielo sea tan aburrido como el infierno. Quiero ser mala. Quiero hacer lo mío. Quiero estar sola”. ¿Desde cuándo el infierno ha sido aburrido? Nos extraña que no haya leído a Dante o no conozca al Bosco, pero como provocación no ha estado mal. También cuenta que “Amateur” fue realizado instintivamente, lo cual no parece que sea una novedad viniendo de ella. Nilsson cumplirá 41 años el 14 de diciembre –curioso capicúa–, pero su filosofía vital sigue pareciendo la de una mujer salvaje y curiosa. Bienvenida sea.

No nos cabe ninguna duda de que no es tan así, pero Nilsson insiste en esa actitud rebelde desde el principio con “Die Cry Lie”: “Nunca estaré satisfecha hasta el día en que me muera, llámalo destino pero es solo c’est la vie / ve, atrapa el día y luego tira la cerilla”. El corte suena a los Human League más garageros con la guitarra eléctrica añadiendo velocidad. Es una vida solitaria cuando eres libre”, canta en “Valhalla”, otro número eufórico con caja de ritmo y sin apenas estribillo pero con suficientes cambios como para quitarte la respiración. Nilsson ha depurado el mecanismo de su amateurismo encantador pero sigue sin importarle la saturación: debajo del “mal” sonido hay algo que palpita en sus melodías, algo vitalista que arde y te hipnotiza.

Entre el techno de Detroit y el house de Chicago, la sexi “Classified” añade variedad sonora a la suma total saliéndose del patrón pop; “Long Time No See” reincide en las baladas con su bajo y piano pulsantes –“Odio los domingos tanto como a la policía”–; aunque todo el disco lo es, “Fatal Distraction” sería la composición más abiertamente filosófica sobre lo incomprensible que es el sentido de la vida, también la más floja; “Get A Life” podrían haberla hecho The Fall en la época de “A Lot Of Wind” gracias a su frenético ritmo psychobilly, una nueva excepción a la norma; la fúnebre “Joe Hill’s Last Will”, donde Molly solo canta y suena la percusión, versiona un tema que la folclorista Ethel Raim dedicó a Joe Hill, migrante, compositor y activista sueco ajusticiado (y cremado por su voluntad) en Estados Unidos tras una grave acusación (sus últimas palabras antes de morir el 18 de noviembre de 1915 fueron “No lloréis, organizaos” y su historia también fue inmortalizada por John Dos Passos, Phil Ochs o Billy Bragg, y por Bo Widerberg en su filme de 1971).

“Amateur” vuelve a la pista con el piano torrencial que recorre “How Much Is the World” sobre un fondo sintetizado que habría encajado en cualquier episodio de la última temporada de “Twin Peaks”. En realidad se trata de una crítica al capitalismo con un inocente coro infantil recitando la falsa sensación de libertad que esgrimen sus adalides: “Te dicen ‘sé lo que quieras ser, hazlo, eres libre’, pero un día te preguntarás qué querían decir, dónde fue todo a parar, los años y las horas gastadas trabajando para el 1%”. Y por cierto, es una canción maravillosa, entre las mejores de su repertorio. En este punto podría haber finalizado “Amateur”, pero Nilsson se muestra imparable y tiene tiempo para cuatro piezas más: “Creeping Beauty” –de nuevo los Human League de Phil Oakey–, “All The Way” –donde reduce el reverb–, “Big Life” –otra melodía number one en el Mollyverso– y “The Bitter End”, sobre otra forma de amar felizmente que es la amistad y ese optimismo melancólico tan The Cure por añadidura. ∎

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