La cantante, compositora, teclista, productora y programadora de ritmos egipcia Nadah El Shazly sigue progresando para traspasar los límites del underground y convertirse en una estrella de la escena alternativa global. Solo hace falta escuchar el tema que titula su nuevo disco “Laini Tani”, iniciado de manera muy pausada, a lo ambient-folk, con la única ayuda de un hipnótico qanun y su envolvente voz, aunque, de pronto, una dominante percusión toma la iniciativa en un giro drástico, a la manera del ritmo maqsum, antes de volver al etéreo downtempo, entre arpas, cítaras y otra vez percusión marcial, en un giro definitivo de las variadas ideas acumuladas en un solo tema.
El nuevo trip hop arábigo de Nadah El Shazly, combinación de raíces, electrónica contemporánea y seda pop, le sirve también para hilvanar la inicial “Elnadaha”, espectral y evanescente, sin nada que envidiar a la magia élfica de la islandesa Björk. Y es que con canciones tan rotundas como “Kaabi Aali”, del nivel de las mejores de Arooj Aftab, se puede permitir tal comparación, jugando entre lo experimental y melódico, entre lo atmosférico y una catarata de breakbeats, para alcanzar la perfección del mejor pop vanguardista con su acariciante voz, implorando a la manera arábiga, en una canción que es una obra de arte en la que la sensualidad va de la mano de una voluntad exploratoria.
No todo es tan luminoso. Un halo fantasmagórico recorre “Banit”, entre percusiones dubeantes, sintetizadores claustrofóbicos y su voz dominando indolente por encima de todo, para aportar sutileza y contrapunto en una gloriosa coda coral. La misma combinación de voz que es pura seda, ritmos quebrados e instrumentos de medio oriente, en un perfecto equilibrio entre elementos occidentales y orientales, imbuye “Eid”. Hace falta recordar que El Shazly está ahora afincada en Montreal, en cuyo célebre estudio Hotel2Tango grabó en 2016 su influyente debut “Ahwar”, completado en El Cairo en estrecha colaboración con Maurice Louca. Ya allí se hacía evidente su respeto por las raíces y un deseo evolutivo que se vuelve a manifestar en su nuevo disco, grabado en 2023 en el mismo estudio.
El ruidismo oriental, sin concesiones, no llega hasta mediado el álbum, con “Enti Fi Neama”, un instrumental sintético de carácter drónico que sirve de enlace a la electropsicodelia de “Dafaa Robaai”, en otro logro pausado, más sobrecogedor que complaciente, uniendo los melismas de su voz y sus dotes de excelente productora minimal. Una nueva muestra de ello es “Labkha”, con el qanun volviendo a aportar serenidad a un lamento árabe realzado por su magnífica voz, rodeada de arpegios de piano, cascadas y arrullos de arpa y sintes de adorno. Unas constantes repetidas en canciones generosas, que necesitan de sus cuatro y cinco minutos, como el imponente cierre con “Ghorzetein”, otra oscura andanada rítmica, en su vertiente más experimental y chamánica, con percusiones retumbantes en un final tribal cortado en seco. Tal como dicen en Bandcamp, la suya es “una voz mesmerizante” servida “con arreglos avant-garde, en una música de difícil etiquetaje”. Con su mezcla de pop pluscuamperfecto e incursiones experimentales, en un sonido que combina modernidad con el rescate de melodías y ritmos autóctonos atávicos, El Shazly suena local y universal; es en esa dualidad donde estriba su grandeza. ∎