Tras haber plantado uno de los semilleros pop más fastuosos de 2018 con su primer álbum como Ofrenda Floral, quien fuera capitán de los imprescindibles Gente Joven prosigue la ruta de la inspiración por medio de un nuevo ajuar de melodías insufladas de aliento atemporal y embriagador. Desde dicho eje de rotación, fluyen las matemáticas electrónico-acústicas del “Technique” (1989) de New Order, integradas dentro de un cuerpo musical de relieves exuberantes, rieles minimalistas y resultados ejemplares en cuanto a acabado y detalles se refiere.
El culpable de estos 25 minutos inmaculados es Fernando de la Flor, loser de vocación, perpetuado en un estado de gracia total, que para la ocasión ha cuajado en su trabajo más brillante hasta la fecha. Y eso es mucho decir para el autor de tesoros ocultos de nuestro pop como “Casa de socorro” (2015) y “Glub, glub, glub” (2017), ambos firmados al frente de Gente Joven.
El porqué de las excelencias que emanan en tan lustroso cauce de estribillos inolvidables parte de una simetría quirúrgica entre anhelo neutro armónico y derroche de sensaciones multicolor, ya sea con el deje flamenco de “Guindos y plagas” o el éxtasis onírico synthpop que desprende “El cuerpo extraño”.
Seguramente, esta última sea una de las muestras más emotivas que nos va a ofrecer 2022. Eso sí, el resto de hermanas no le anda a la zaga. Y todo siempre desde la capacidad simpar de un tipo avezado en toda clase de juegos vocales, rimas y formas de encontrar el motivo melódico en letras tan vainiqueras como las que siembran cada poro de “El vivero”.
Esta última es otra muestra de la aparente facilidad destilada por De La Flor para alumbrar su vocabulario con destreza de trovador surrealista de lo cotidiano. En base a estas características centrales, “Las espinas” brota con fuerza arrolladora, cautivador desde la primera línea de la canción que pone título al LP hasta el cierre con el pop juguetón alumbrado en “Álamo”. Sea la parada que sea, siempre prevalece la sensación de estar ante un trabajo esculpido con detallismo crónico, pero al mismo tiempo vertebrado para que surja con naturalidad aplastante. Eso son “Las espinas”, un trozo de cielo interior que ya podemos contemplar en toda su amplitud.
Sobra decir que este álbum de frasco pequeño y olor penetrante corrobora las virtudes de un tipo que, ante todo, merece ser colocado al lado de alquimistas de la depuración pop emocional como David Rodríguez (aquí uno de sus varios colaboradores, junto a Daniel Flamaradas y Elle Belga, entre otros), con quien comparte similitudes más que evidentes cuando alcanza el summum de la luminosidad.
Con tan convincentes credenciales, esperemos que, esta vez sí, los hechizos invocados por Fernando sobrepasen la barrera de la indiferencia y el culto mínimo. Desde luego, va a ser difícil encontrar mejor oportunidad que esta. ∎