Dirigida con autoridad por el guitarrista, tresero y productor neoyorquino Jacob Plasse, la Orquesta Akokán ha vuelto a La Habana para darse un baño de autenticidad en su segundo álbum, “16 rayos”. El debut, “Orquesta Akokán” (2018), lo grabaron en los añejos Estudios Areito. El robusto combo, además, se hace acompañar por una larga lista de invitados, todos ellos músicos con solera de la isla, reclutados de Los Van Van, NG La Banda o Irakere, en la elaboración de diez temas originales –que en realidad son ocho, si excluimos dos breves interludios, grabados ahora en los legendarios estudios EGREM– que cuentan con los arreglos del pianista Michael Eckroth y la destacada voz de José “Pepito” Gómez.
En el tema titular –que hace referencia a los dieciséis rayos de sol en manos del todopoderoso Orishá Obatalá– aporta su sabiduría vocal la veterana sonera Xiomara Valdés, en un cimbreante ritmo afro-cha, mientras que en “4 de octubre” y “Llegué con mi rumba” es Pedro “Tata” Francisco Almeida Barriel quien los conecta con el arte de la santería –hace poco reseñamos el muy recomendable “Okuté”, disco del grupo de este experto rumbero apadrinado por Jacob Plasse– y el sincretismo afrocubano, invocando al Orishá Changó y a los ancestros lucumí y arará, todo ello entre imponentes descargas.
El tema inicial y primer single, “Mi conga es de Akokán”, mezcla conga, mambo y latin jazz, con frenéticos arreglos de metales y percusiones. En el extremo opuesto, la romántica balada-bolero “Guajira del mar” incluye la sorpresa de unas envolventes cuerdas, chorreante solo de trombón y un guiño a la célebre guajira “El carretero” de Guillermo Portabales.
Tras el receso, vuelta a la descarga con los Vizcaíno, padre e hijo, rompiendo los cueros en “El inflador”. Otra familia con solera musical son los Melián, también padre e hijo, trompetistas de prestigio que lo petan en la jocosa “Fiebre de mambo” invocando el espíritu de Pérez Prado y, a la vez, el de La Banda Gigante de Beny Moré, con virtuosa demostración tresera de Plasse. Y entre chachachá y latin jazz discurre “Orquídea”, en la que se luce con clasicismo al piano Michael Eckroth, certificando la sensación agridulce que provoca la escucha del disco: que todo lo que tiene de impecable homenaje a la exuberante música cubana le falta de personalidad propia. ∎