Algunas de las imaginativas técnicas que Raúl Cantizano ha desarrollado en este disco ya se escuchaban en el primer álbum a su nombre, el juguetón “Guitar Surprise. Mito y geología del canti” (2017). Incluso en su trabajo junto al percusionista Antonio Montiel –bajo el pabellón de ProscritosDF– se empezaba a divisar el método y también el espíritu de una concepción musical heterodoxa. Sobrado de instrucción académica, el barbado guitarrista orbita en torno al flamenco y prefiere trayectorias excéntricas a rotación circular. En su altar personal hay espacio para los maestros del toque, pero también para Fred Frith, Frank Zappa o Jimi Hendrix.
Si aquel primer disco fue producto de la improvisación y la búsqueda, este se antoja fruto de una sana premeditación, vinculada a los ingeniosos procedimientos que permiten a Cantizano modificar su guitarra y conquistar otros espacios de expresión para la misma. La vindicación de José Val del Omar en “Taranta sin fin” invita a establecer paralelismos con el cinemista granadino, que inventó los dispositivos necesarios para materializar su peculiar visión fílmica con aperos poco sofisticados y resultados siempre deslumbrantes. En ese sentido, “Zona acordonada” nos recuerda a “Fuego en Castilla” –cumbre de la filmografía valdelomariana– porque con sistemas a menudo artesanos consigue articular un lenguaje de verdad sustantivo.
Se impone aplaudir, también, la vocación didáctica del guitarrista hispalense. La cuidadísima edición física del disco incluye un apetecible tratado de estética fanzinera que, en 40 páginas, nos explica el cómo de tanta música sorprendente. Porque “Zona acordonada” es un no parar y está reñido con la indiferencia. El adictivo compás de “Toque por solenoide”, el perfeccionamiento en el uso del ventilador y las bolitas de blue-tack –en “Ventiladores II” y “Pelotitas americanas II”–, el envidiable control de la retroalimentación que asoma a “Marshall” o el camino del drone infinito que recorremos en “Carta a Ramón Montoya” –aquí en territorio de la instalación sonora– son solo cuatro ejemplos del arrojo con que Raúl Cantizano aborda este oficio. Cualquiera con los oídos mínimamente despiertos –esto es lo mejor de todo– disfrutará con tamaño despliegue de ingenio. ∎