Rhiannon Giddens y Justin Robinson se han ido al campo con un banjo, un violín y un micro, y han vuelto con un disco que suena a grillos, madera y tierra húmeda. Si aún quedaba alguien que pensaba que estos dos instrumentos estaban muertos, los dos carolinianos del norte vienen a demostrar justo lo contrario. Su nuevo álbum conjunto, “What Did The Blackbird Say To The Crow”, es un regreso directo a los orígenes de las black string bands del sur de EE. UU. y un gesto de resistencia poética.
Giddens, con dos Grammy –uno por “Genuine Negro Jig” (2009) con Carolina Chocolate Drops y otro por “They’re Calling Me Home” (2021) junto a Francesco Turrisi–, un Pulitzer –por “Omar”, la ópera que compuso junto a Michael Abels sobre un esclavo musulmán en Carolina del Norte– y hasta un banjo en lo último de Beyoncé, lleva años peleando por devolverle su lugar al legado musical afroamericano borrado de la historia oficial. Robinson, su compañero de armas con quien comparte ese primer Grammy, ha combinado desde entonces la arqueología musical con una vida entregada a los fogones históricos de Carolina del Norte. Ambos saben de dónde vienen, y eso se nota.
Grabado al aire libre, en los patios y jardines de Joe Thompson, Etta Baker y la casa histórica Mill Prong House, el disco conecta con la tierra y la memoria como un cable pelado. Se colaron los pájaros, las cigarras, los truenos y los recuerdos. Así parecen decirnos que otro tipo de música es posible: sin algoritmos, solo hecha para bailar, reír y sentirse parte de algo más viejo que uno mismo. Consiguen así que un disco que se mantiene espartano y ortodoxo pueda considerarse revolucionario.
La primera canción en sonar es “Rain Crow”, grabada en la casa de Joe Thompson en Mebane, Carolina del Norte, con Justin “Demeanor” Harrington marcando el ritmo con huesos. Resume bien lo que el disco recupera: el sonido old time del Piedmont, crudo, preciso y con tierra debajo. “El tiempo y el lugar encajan”, escribió Robinson, “y hasta el suelo entiende lo que el mirlo le dijo al cuervo”. El cierre llega con “Walkin’ In The Parlor”, una despedida sin dramatismo, enérgica y familiar. El banjo marca el pulso y el fiddle lanza frases juguetonas, como si aún quedara tiempo para una última vuelta.
Entre estos dos temas se despliegan otras dieciséis pistas que recorren el repertorio tradicional del sur con agilidad, oído fino y mucho gusto. De todas, hay dos que te llegan de manera instantánea: “Country Waltz”, una pieza de aire antiguo y sentimental que probablemente circuló en bailes comunitarios del sur rural y que aquí suena etérea y casi suspendida en el aire, con el banjo de Giddens marcando un compás suave y circular, y luego está “Duck’s Eyeball”, una rareza del repertorio tradicional, poco documentada, con título casi de broma privada y que ellos convierten en un tema juguetón y rítmico como si el violín hiciera reír al banjo entre frase y frase.
“Hook And Line”, aprendida de Joe Thompson, tiene a Robinson cantando unas estrofas breves mientras el banjo de Giddens responde en un diálogo constante, con el campo sonando de fondo. “Little Brown Jug” actualiza un clásico de taberna con fiddle alegre y banjo firme. En “Marching Jaybird”, grabada en casa de Etta Baker, todo baja de revoluciones. Es melódica, íntima y sentida. Si no te imaginas el sonido de los huesos, vete directo a “Love Somebody”, donde estos llevan el tema hacia delante. Más discretos, pero presentes, tintinean también en la canción más conocida del lote, “John Henry”, con toda la carga simbólica que eso conlleva. Aquí brillan las armonías y un punteo limpio.
En esta afirmación de vida, pareciera que el espíritu de Alan Lomax se hubiese reencarnado en dos artistas negros del siglo XXI que tocan con urgencia y honestidad. Pero no nos engañemos, lo que nos brindan Rhiannon Giddens y Justin Robinson en “What Did The Blackbird Say To The Crow” puede resultar agitante si no se tiene el oído acostumbrado. Es casi como entrar en una fotografía vintage convertida en revival, al estilo “Black Mirror”. Eso sí, cuando lo consigas, vas a querer salir y entrar de nuevo. ∎