Álbum

Ron Sexsmith

Hangover TerraceRonboy Rhymes-Cooking Vinyl-Popstock!, 2025

Lo de Ron Sexsmith es increíble, como una bofetada al charlatán que te dice que tienes que salir de tu zona de confort para avanzar. El canadiense encuentra en el confort de sus canciones, en los mismos elementos que las componen una y otra vez, la frescura de cada nuevo amanecer, la misma calidez revitalizadora de los primeros rayos de sol de cada primavera. Le va bien que a una estación le siga otra, en el mismo ciclo vitalista, porque sabe que cada una será la misma y distinta cada año, sin buscar más explicaciones ni trucos.

Así sucede canción tras canción y disco a disco, en ese ciclo mágico de melodías que siempre parecen reconocibles a la primera, y siempre sorprenden y cautivan de inmediato. No hace falta dilucidar si un álbum es mejor que el anterior o buscar un giro definitorio; Ron Sexsmith siempre aparece renovado y fresco sin adoptar ninguna nueva postura. Tan juvenil a los 61. Es pop, es folk, es soul, es country, de los eternos, todo en dosis refinadas y destiladas, y con un arte que en cada corte parece estar alcanzando la perfección. La escritura pop cum laude.

Últimamente está en racha y “Hangover Terrace” es sensacional, incluso para el nivel que acostumbra. Catorce canciones que nunca tienen nada de más, ni de menos, que terminan antes de que puedan demorarse, o abusar de cualquier hallazgo, que se engalanan con los arreglos justos para provocar pequeños suspiros de placer sin llamadas de atención. Y eso que hay de todo: sección de cuerda y de viento, unos cuantos colaboradores en guitarras, teclados y coros y músicos fieles que ya estuvieron en “Retriever” (2004), como el bajista Martin Terefe, el teclista Claes Björklund y el pianista Ed Harcourt, más apariciones vocales del viejo amigo Don Kerr.

Es una tras otra: Ron abre la boca y esa forma de cantar tan dulce y segura, tan convencida y elevada, se despliega por melodías y letras repletas de alegría, melancolía, fino humor también, y una muy sagaz apreciación de cuestiones del pasado y el presente. En “Don’t Lose Sight” advierte sobre los peligros que acechan al amor con un chispeante efecto de piano eléctrico; en “Cigarette And Cocktail” despliega nostalgia sobre el recuerdo de infancia de los mayores sosteniendo un cigarro en un mano y un cóctel en la otra, cual símbolo del despreocupado placer, y elabora uno de tantos encadenados de estribillos y puentes primorosos; en “Easy For You To Say” se acerca a la placidez pastoral arropada con discretos violines y arpegios de guitarra.

“Camelot Towers” recuerda a los primeros Dire Straits en la guitarra y el piano eléctrico reverberantes, sobre todo en el inicio sostenido en un acorde, para virar de pronto a una elaborada y emocionante melodía y hablar de unos prometedores pero poco confortables apartamentos. “House Of Love”, en cambio, evoca una casa feliz donde hay risas y música en el aire y los niños tienen campo libre. La suave sección de viento soul termina de diseñar el espacio más acogedor para la benefactora melancolía. Ron vuelve a cantar como los ángeles.

Si hay discos que brillan en dos o tres canciones que merecen la pena, en “Hangover Terrace” prevalece el suma y sigue, la sucesión incesante de pequeños deslumbramientos, de descargas emocionales en todas direcciones: la euforia de “Rose Town”, la ciudad ideal para dejar atrás los malos tiempos; la decepción de los buenos amigos que no lo fueron tanto, con un estribillo maravilloso engalanado por los coros, en “Outside Looking In”; la intimidad reflexiva con ese ángel que le protege en “Angel On My Shoulder” entre cuerdas moderadamente barrocas; la esperanza tarareable de “When Will The Morning Come”.

Ron da las gracias a sus inspiradores amigos Nick Lowe, Elvis Costello y Elton John. Seguro que los tres le han tenido envidia más de una vez por sus canciones. ∎

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