Álbumes

Run DMC / LL Cool J

Raising Hell / RadioProfile, 1986 / Def Jam, 1985
El “Raising Hell” de los neoyorquinos Run DMC es al hip hop lo que el “Thriller” de Michael Jackson a la disco music. Y es que los tipos han conseguido elevar a la categoría de superventas un estilo de música aparentemente marginal y callejero. Capaces de meter a 40.000 espectadores en el Madison Square Garden y de vender por millones este su tercer LP –tan inédito por aquí como sus medianos éxitos “Run-D.M.C.” (1984) y “King Of Rock” (1985)–, los Run DMC son ahora mismo todo unos clásicos, las estrellas de la temporada. Directos sucesores del rap a la antigua de los Sugarhill Gang y, al mismo tiempo, dignos standartes del hardcore hip hop metalizado, los chicos han acondicionado la jugada a través de un abaratamiento de su propuesta (han aburguesado sus salmodias para narrar pocos problemas sociales y sí mucha vida social, la del consumo y la comodidad) y un encarecimiento de su concepto (han asimilado la guitarra rockera como clara ejemplificación de su intención musical) para colarse de rondón en las billeteras blancas y hacérselo por todo lo alto. Y se lo han hecho. Con el “Walk This Way” de los Aerosmith (guitarra de Joe Perry y voz de Steve Tyler incluidas), han dado en la diana del heavy hip hop, toda una vacilada de descaro programado, un interesante guiño destinado a la clientela yanqui y, a la postre, un encantador acierto que los coloca como cabecillas de cartel de un submundo que ya no lo es tanto.

Por ejemplo, LL Cool J (Ladies Love Cool James) es otra lengua rápida con aspiraciones de estrella. Su cínica vulgaridad lo convierte en todo un exhibicionista. Su primer LP, “Radio” (1985), es otro de los platos fuertes del metal hip hop más reciente. “No soy virgen y sé que haría gritar a Madonna”, canta descarado a sus 18 años. El, natural de Queens, Nueva York, es el personaje más decantadamente lujurioso de las nuevas hornadas de revitalistas del rap. Su código es el de la autocomplacencia, el sexo y el materialismo por la cara. Aspira a codearse con Prince y Michael Jackson, así, y su mundo se reduce a los ghetto blasters (marca de fábrica que lo distingue, herramienta de trabajo adoptada) y al arrogante rap que lo identifica. Sus temas son más tecnificados y menos rockeros, más auténticos pero menos vitales que los de Run DMC; ambos discos, por cierto, producidos por Rick Rubin, cerebro blanco de todo este festín de música negra. Un caso a estudiar. ∎

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