“Espresso” ha sido la canción del verano de forma un poco inesperada y como por arte de magia. Si hace un año hubiéramos apostado sobre quién sería la nueva superestrella de 2024, poca gente habría dicho el nombre de Sabrina Carpenter: la mocatriz americana con cinco discos entre la balada yanqui clásica, el R&B y lo pin-up que no habían llegado a asentarse del todo bien en el mercado. Ahora, y tras el pelotazo cafetero que ha superado los mil millones de reproducciones sin inmutarse, todo el mundo se pregunta cómo es que Sabrina Carpenter ha tardado tanto tiempo en convertirse en icono: escuchando toda su discografía encuentras la respuesta, porque en “Short n’ Sweet” abraza la industria de forma descarada.
Carpenter no ha sido la única en graduarse este año en la academia de superestrellas. En el podio también están Chappell Roan y Charli XCX, y las tres juntas son como las supernenas de 2024. Pero Chappell es muy extravagante, más performática y puramente queer. Y Charli tiene una postura amenazante, de rule breaker y de querer ir un paso por delante. Carpenter, en cambio, es todo eso que se espera de una figura pública: no se sale del renglón. Su música es tibia, neutral, lo suficientemente blanca como para que en mitad de una campaña electoral su escucha no despunte en ningún ciudadano. Así que, pese a haber triunfado con “Espresso”, la diva entrega un trabajo de lo más descafeinado. La verdad sea dicha: el mundo también necesita álbumes que cumplan con los estándares de normalidad.
“Short n’ Sweet” es, como su propio nombre indica, dulce incluso en sus barras más punzantes. “Taste” abre el disco como una canción de pop inspirada en los protochenta, una versión moderna muy poco discreta de “Bette Davis Eyes” de Kim Carnes. En el vídeo, ella y Jenna Ortega recrean el desenlace gore de un triángulo amoroso, pero ni lo auditivo por un lado ni lo visual por otro son tan rebeldes como desean. “Please Please Please” (su segundo y último adelanto) mantiene ese concepto de hacerle perrerías al novio y representa todo eso que es su sexto LP: la de Pensilvania quiere dar el paso hacia los sintetizadores, pero no termina de atreverse porque le gustan demasiado las guitarras. Intentando acercarse a Kate Bush más que sus predecesores, acaba presentándose como la nueva Dolly Parton. Otros temas como “Coincidence”, “Dumb & Poetic” o “Lie To Girls” son inteligentemente orquestados pero de naturaleza acústica. Su primer single es su único banger y también el único que mantiene el toque disco: no puede esquivar su personalidad de cantautora.
Así, esas letras agridulces, llenas de furia vengativa y contrastes, se narran sobre música monocromática que emocionalmente no se acerca al sarcasmo, la tristeza o la comicidad que la artista plantea. “Short n’ Sweet” deja frases inocentes, algo necias pero muy ingeniosas para el recuerdo (“No tienes que mentir a las chicas, si les gustas, se mentirán a sí mismas” en “Lie To Girls”; o “Por favor, no me hagas llorar cuando me acabo de maquillar tan bien” en “Please Please Please”), solo que cantadas sobre ritmos fácilmente olvidables. Gana por esa narrativa escondida, un plus para quien tenga el lore, con la que los aficionados estarán mapeando cada indirecta a cada celebrity que aparece en el trabajo. Pero la prensa rosa por sí sola no hace de un sonido algo interesante. En un mundo donde todas las divas importantes buscan romper las barreras del pop, ella se mantiene justo en el centro. Carpenter se queda dentro de la cueva mientras las demás salen a cazar. Está bien que alguien se quede vigilando la casa, supongo. ∎