Álbum

Sega Bodega

SalvadorNUXXE, 2020
El principal motivo por el que gran parte de la música que me emocionaba hace veinte años ya no lo hace es, fundamentalmente, porque la estructura interna de mi cerebro no es la misma. Y no es solo que uno se haga más viejo y experto e insensible: es que hace dos décadas nos relacionábamos con el mundo a través de unas estructuras mentales ya caducas. Para traspasar mi piel a día de hoy es necesario que la música sea capaz de resonar en unas nuevas estructuras mentales, morales y emocionales moldeadas en la pantalla de mi smartphone a base de infinite scroll, quince chats simultáneos en WhatsApp, múltiples comentarios de gente que ni conozco en Instagram y treinta flirteos superficiales en la app de ligue de turno.

Así suena Sega Bodega: como translación musical de una coyuntura identitaria que solo puede entenderse en 2020. No antes. Puede que tampoco después. “Salvador”, disco titulado en honor al nombre real de su propio autor (Salvador Navarrete), suena tal y como debe sonar la cabeza de alguien que día a día se enfrenta a la sexualidad sedienta, a la decepción continua, al fracaso inevitable y al desastroso paradigma de vivir en soledad cuando tienes a todo el mundo a un golpe de clic. Como Coucou Chloe, Brooke Candy, Zebra Katz e incluso Arca, Sega Bodega desmonta géneros conocidos (pop electrónico, UK bass y future beats, en su caso) para ensamblarnos en puro posgénero. Que es algo que también nos representa en el año 2020, claro. ∎

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