Están los discos de culto, aquellas obras sobre las que se cimienta buena parte de la mitología de la música popular y, a varios pasos de distancia, atrincherado en su propio panteón,
“Spiderland” (1991). Un disco capaz de dinamitar estilos, aniquilar la estela del hardcore y, en fin, arrastrar a la tumba a sus creadores. Y es que, por muy anchas que puedan ser las tragaderas del indie norteamericano, uno no se convierte en leyenda como quien no quiere la cosa, y si hay una palabra que casa a la perfección con
Slint es, precisamente, la de leyenda. Maltrecha y torturada, sí, pero leyenda, al fin y al cabo.
Su historia se ha sustentado durante años en el escapismo propio de una banda alérgica a cualquier exposición y en su pronta defunción –la reunión de 2005 es, nunca mejor dicho, otro cantar–, por lo que la reedición con la que Touch And Go rinde tributo a una de las obras fetiche de su catálogo es una oportunidad inmejorable para acercarse a los de Louisville desde una nueva perspectiva. Y es que, más que reencontrarse con las ásperas sacudidas de
“Nosferatu Man”, el minimalismo asfixiante de
“Washer” y el desgarro de
“Breadcrumb Trail” o de curiosear entre las catorce rarezas –versión lacerante de
“Cortez The Killer” y la volcánica e inédita
“Pam” incluidas– que ofrece el disco en descarga digital, el gran tesoro de esta reedición es el documental realizado por Lance Bangs. Un revelador documento que consigue capturar el extraño caldo de cultivo en el que se fraguó el disco y en el que Steve Albini, Ian MacKaye y James Murphy, además de los propios miembros de la banda, toman la palabra y amplifican la leyenda del disco que dio carta de naturaleza, queriendo o no, al post-rock. Will Oldham, amigo de la banda y responsable de la icónica fotografía de la portada, va un poco más lejos y se ocupa de unas notas interiores donde subraya la pervivencia mítica del Antiguo Testamento del slowcore. ∎