¿Tendrán que pasar diez años para que se reconozca el valor brutal de
Sonic Youth en el rock de los ochenta? A la usanza de Patti Smith, Pere Ubu o Television –los inventores del espamo cerebral en la pasada década–, Sonic Youth son, hoy por hoy, diez años después del marasmo punk, la materia gris que permite rencontrarse, de un modo digno y reelaborado, con las enseñanzas de los Velvet Underground. Conscientes de que han pasado años desde entonces, Sonic Youth no se limitan a guiñarle un ojo al pasado y apuran toda la fibra de contemporaneidad que puede extraérsele al rock como forma musical prendida a un engranaje clásico. Destruir para volver a crear sobre unas bases ya conocidas, y así una y otra vez. De hecho, lo mejor de la historia del rock ha funcionado siempre así: la grandeza de los pioneros, el riesgo de los verdaderos nuevos valores.
Sonic Youth no son nuevos, pero en España (todavía inéditos) podrían parecerlo.
“Sister”, su elepé de 1987, es su reciente paso hacia el pódium de los grandes. Quizá sin la épica levemente dramática de su anterior
“EVOL”, y más versado hacia un convencionalismo aparentemente asequible, los Youth vuelven a demostrar de lo que son capaces: densidad y fuerza emparedadas en bloques de ruido que se renuevan incesantemente a medida que las melodías crecen. Su chispa musical puede asemejarse al esqueleto de unos New Order primarios, al cruce bastardo que pudiera establecerse entre la visceralidad de Patti Smith y Joy Division, al talante salvaje de unos Stooges más civilizados, a los retorcidos fantasmas de David Thomas en Pere Ubu o al brumoso entorno de un Lou Reed ejerciendo de Lou Reed... Es el sonido de los nuevos códigos de guitarra que ellos mismos establecen. Inventan para dotar de vigor al impulso subversivo de sus melodías. Es casi el único sonido que realmente le hace justicia a la encomiable tradición rock del sombrío panorama americano actual. El sonido de una agonía miserable y real, el sonido de Sonic Youth: el sonido de HOY. ∎