Álbum

Spirit Of The Beehive

Entertainment, DeathSaddle Creek, 2021
El quinto largo de la banda de Filadelfia es su obra más intrépida hasta la fecha, un muy apreciable álbum-experiencia de psicodelia contemporánea. Álbum-experiencia en el sentido que debe digerirse íntegro de principio a fin (cual periplo que oscila entre chucherías apacibles y asaltos indiscriminados a las orejas), pues por separado sus cortes corren el riesgo de resultar triviales, a excepción de la canción-experiencia que es “I Suck The Devil’s Cock”, una odisea en varias fases sónicamente diferenciadas (solo enfermizo, pasajes oníricos, noise regurgitado) que brillan en su encaje. 

Una genealogía de la psicodelia ensayada en el disco revela ramas diversas: bebe, espiritualmente, de la época ácida dorada de los Flaming Lips; musicalmente, tanto del pop transgresivo del colectivo Elephant 6 como de la indietrónica finisecular (especialmente los collages IDM/shoegaze de Sweet Trip); y, en lo que actitud se refiere, de la a veces siniestra irreverencia revienta-géneros propia de gente como los Thinking Fellers o Hail. Sin embargo, no es tanta la diversidad estilística ni tampoco la consistencia compositiva que podrían intuirse tras una primera escucha. Sin duda, hay momentos evocadores (el ritmo severo y la melodía irrefutable de “Give Up On Life”, la urgencia desquiciada de “There’s Nothing You Can Do”, el aromático caramelo hipnagógico “The Server Is Immersed”) e ideas plausibles (el desfile de estilos de electrónica en “Wrong Circle”), pero el viaje también atraviesa lo anodino (“Wake Up”) o lo directamente feo (“Death”). 

Spirit Of The Beehive cuenta con un laboratorio puntero, buenos utensilios y una fórmula sólida (si bien limitada): mezclan y licuan capas, sonidos y direcciones con gran vigor, denegándoles a las pistas su flujo natural. Estas o bien combustionan, mutando en reconfortantes (aunque inestables) hogares, o se derriten y pervierten, acelerándose su putrefacción. Pero, en ocasiones, las sustancias melódicas empleadas carecen de la viscosidad dinámica deseable. Y es que no es fácil negociar entre onanismo y alquimia. Como tantos otros cócteles experimentales, es de una osadía innegable, pero de resultado irregular: en principio tan cautivante como enajenante, en perspectiva quizá un poco vacuo. Teniendo en consideración la trayectoria del grupo, sin embargo, es estimulante que hayan deseado incinerar e incordiar, rechazando la tentación de descender a la normalidad. ∎

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