Tanya Tagaq pertenece al pueblo inuit, pero de muy pequeña, a los cinco años, se fue con sus padres a una localidad del territorio canadiense de Nunavut. Sus creencias aún sin formar de la infancia chocaron con los planteamientos cristianos de la nueva comunidad. Choque, conflicto, impacto. Años después recuperó la tradición del canto gutural de los inuk, entró en contacto con Björk, se convirtió en artista y activista, desplegando su discurso en contra de las distintas formas del racismo y el colonialismo occidental, y, sobre todo, en el uso y pervivencia de la lengua propia como identidad y expresión. Su álbum de 2014, “Animism”, se alzó con el Polaris Music Prize, en una edición donde quedaron finalistas, entre otros, Arcade Fire, Drake, Owen Pallett, Jessy Lanza y Basia Bulat.
“Tongues”, lenguas, idiomas, se titula precisamente su sexto disco, y uno de sus mejores temas, abrasivo y agresivo en la forma de cantar sobre una métrica electrónica igual de incisiva –delineada por el coproductor del álbum, el músico y yogui Gonjasufi–, lleva por título “Colonizer”, del que también depara una segunda lectura en forma de “tundra mix”, aún más implosiva y oscura, con un final donde cada nota se convierte en ilustración pura de la ira. Tagaq adapta y metamorfosea su voz en cada canción, porque no es lo mismo el estilo con el que recita “Teeth Agape”, con un fondo repetitivo que recuerda a Eurythmics, que las distintas invocaciones de aquelarres de garganta fantasmagórica en “In Me” y “I Forgive Me”, o los alaridos iconoclastas con los que despegan “Nuclear” –donde incorpora violín eléctrico y la tabla de percusión vasca txalaparta– y “Birth”. Entre letras airadas contra la violencia a la que han sido sometidas todas las culturas indígenas, Tagaq tiene también tiempo para ensoñaciones de pop electrónico como “Earth Monster”. Una fuga sonora que no nos aleja del objetivo del disco en su globalidad: folk inuit experimental de claro contenido político y exploración de las infinitas posibilidades de la voz humana. ∎