Reedición

The Allman Brothers Band

At Fillmore EastMercury-Universal-Elemental, 2022

Durante 1970, The Allman Brothers Band pasaron 300 días en la carretera. Los dos primeros discos de la banda norteamericana –“The Allman Brothers Band” (1969) y “Idlewild South” (1970)– habían puesto sobre el tapete las coordenadas musicales del melenudo grupo liderado por los hermanos Duane (guitarra) y Greg Allman (órgano, piano y voz), sustentadas en una certera emulsión de blues, country, jazz, soul y rock que la crítica recibió con una sonrisa de oreja a oreja, aunque ambos trabajos no fuesen capaces de arrojar más que discretas cifras de ventas. Con su apego a la ruta, el singular sexteto, completado con la guitarra de Dickey Betts, el bajo de Berry Oakley y el tándem percusivo integrado por Jai Johanny Johanson (Jaimoe) y Butch Trucks, mostraba su fe en unos penetrantes directos erigidos en primordial aval de un modelo que ya miraban con codicia otras bandas sureñas.

Dicho y hecho: la tercera entrega del grupo fundado por Duane en 1969 sería un doble álbum en vivo registrado para Capricorn Records en el Fillmore East del East Village neoyorquino, dirigido por un Bill Graham con el que la banda mantenía una cercana relación. De las tres fechas previstas –11, 12 y 13 de marzo de 1971 en sesiones dobles–, solo las dos últimas quedaron registradas en “At Fillmore East” (1971), tomando como fundamento una partitura que convertía su primer disco en una reverencia a las fuentes del blues de la mano de “Statesboro Blues” de Blind Willie McTell, “Done Somebody Wrong” de Clarence L. Lewis, Elmore James y Morris Levy, “Stormy Monday” del gran T-Bone Walker y un “You Don’t Love Me” de Willie Cobbs que ocupaba toda su segunda cara: casi veinte minutos erigidos en ostensible demostración de la vocación improvisadora de la banda a la que contribuían la compenetración de los discursos de Duane y Betts (lúcido e instintivo el primero, también magistral con la slide; técnico y perfilado el segundo), el rol protagonista, más allá del mero pulso, de Oakley, y el poderoso juego de la pareja percusionista. Si a ello añadimos la impronta vocal de Greg, que alternaba caricia y ardor, y su efectivo encuadre con los teclados, parecía inevitable que el resultado brillara a gran altura.

El segundo disco reincidía en análogos patrones, pero –importante– luciendo semblante propio: un “Hot ‘Lanta” firmado por la banda al que seguían dos temas que se convertirían en divisas del canon sureño: un alarde de exquisitez en mitad de la tormenta llamado “In Memory Of Elizabeth Reed” y el nervio rotundo y épico de “Whipping Post”, suscritas por Betts y Greg respectivamente. En este escenario, resultó fundamental la labor de Tom Dowd, quien ya había trabajo con ABB en su segundo álbum además de actuar de productor ejecutivo en aquel brillante “Layla And Other Assorted Love Songs” (1970) de Derek & The Dominos donde Eric Clapton cayó rendido ante los encantos de Duane. La facultad de Dowd para dar cuerpo a su sonido y secuencia a tan dilatado –y resbaladizo– ejercicio de fluidez improvisadora jugó a favor de un disco innegable hijo de su tiempo, del que quedaron fuera otras jams –algunas cercanas a los cuarenta minutos– recogidas en la caja de seis CD “The 1971 Fillmore East Recordings” (2014) en la que, además de otros inéditos, también se incluyó un concierto registrado en junio del aquel mismo año.

Publicado el 6 de julio de 1971, el álbum recibió –ahora sí– los parabienes también del público, convirtiéndose en Disco de Oro el 25 de octubre. Cuatro días después, Duane se estrellaba con su motocicleta contra un camión en Macon. Tenia 24 años. Los mismos que Oakley cuando –caprichos del destino– también perdió la vida el 11 de noviembre del año siguiente en análogo lugar y circunstancias. ABB enjugaron lágrimas y pisaron el acelerador ofreciendo todavía estupendas evidencias de su recuperación –ahí quedaría el campestre “Brothers And Sisters” (1973)–, aunque ningún otro de sus socorridos directos sería capaz de hacer sombra al espíritu de autonomía y afinidad que impulsó este soberbio doble álbum, reeditado ahora en vinilo de 180 gramos respetando su portada gatefold. Un anacronismo para el oído actual que, sin embargo, el propio Betts señaló en su momento como “nuestro pináculo”. 

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