El verano se va apagando, pero no hay que desesperar, aún quedan delicias para degustar con calma, como el cuarto álbum en estudio de las estadounidenses The Softies, el primero tras su disolución en el año 2000, justo en el cambio de milenio –aquello sí que fue milenarismo puro y no lo de los mayas–. “The Bed I Made” remite con su título a esas cosas cercanas para las que siempre hay un hueco, que no pasan de moda y siempre están ahí, ordenadas, seguras, más allá del ruido y el tráfago del comercio, como diría Kavafis. La magia de Rose Melberg –ex Tiger Trap– y Jen Sbragia –ex All Girl Summer Fun Band– consiste en eso: conseguir mucho con apariencia de poco, hacer que lo de siempre parezca nuevo. Para ello los lapsus temporales ayudan.
The Softies representan una gota de ámbar que bebe de algún folk-pop femenino de los sesenta –“The Bed I Made”– reinventado por Marine Girls –“When I Started Loving”– y continuado por estas yanquis con acento inglés de duermevela. Bellísimos arpegios de guitarra que recuerdan a lo que Ibon Errazkin hacía con Aventuras de Kirlian y Le Mans –“California Highway 99”– o a los de Maurice Deebank, el guitarrista de la primera época de Felt, asomando a lo largo del álbum –“Don’t Fall Apart” es otra de esas evocadoras piezas, la mejor–, tomando algo de distancia técnica respecto a discos como “It’s Love” (1994). Young Marble Giants, Sarah y él Records también entrarían en su órbita sonora.
Las catorce canciones que descansan en “The Bed I Made” no superan los dos minutos de duración, salvo “23rd Birthday”, con sus kilométricos tres y medio. Las armonías vocales en The Softies no son meros acompañamientos, sino precisos y preciosos arreglos polifónicos que saben utilizar sin saturar la escucha. La falta de estridencia suele ser el camino menos sencillo y The Softies saben ahorrarte con veteranía la visita al otorrino. Exagerar tampoco aparece en el capítulo de intenciones de este dúo arrebatado por el amargo realismo de la vida sentimental. Les basta con sus voces y dos guitarras eléctricas sin efectos detectados para crear sus espaciosas canciones de autodescubrimiento.
Decíamos que “The Bed I Made” proyecta una imagen de vulnerabilidad alejada de la ñoñería, y bien distinta a la que elegirían góticos o traperos, tan dados ellos a hablar sobre lechos. Las fotos promocionales con fondos verdes, suéteres fauvistas y extraños cortes de pelo completan un cuadro donde la inocencia comparte cama con la sabiduría sencilla que da la experiencia en la vida. “Go Back In Time” suena a unos Teenage Fanclub desenchufados y no creo que dé inicio al disco por casualidad. En “I Said What I Said” no se arrepienten de nada, pero la añoranza persiste con ese pop mínimo tan refrescante en “To You From Me”, una oda al carpe diem que le da la vuelta al título de los Beatles. Y así va cerrándose el día sobre “The Bed I Made”, deshaciendo un poco el cobertor con títulos más movidos como “Tiny Flame”, como unas Strawberry Switchblade sin los crucifijos. Podría ser que el hada buena les tocara a ellas y la mala a las escocesas, salvo cuando entonan sin ápice de nostalgia “set a fire / let it burn / and start again”. Grandes. ∎