Álbum

The Young Gods

The Young Gods Play Terry Riley In CTwo Gentlemen, 2022

The Young Gods, la banda suiza de rock industrial, tuvo su momento de esplendor a finales de los años 80, con su segundo álbum, el insuperable “L’eau rouge” (1989), pero fue decayendo lentamente desde entonces. Tuvieron un parón discográfico entre 2010 y 2019, roto con un álbum titulado “Data Mirage Tangram” (2019), pero ahora, tres años después, recobran el brío con la publicación de su decimotercer álbum de estudio, en el que rinden homenaje a una de las obras fundamentales de la música minimalista, “In C”, de Terry Riley.

Compuesta y estrenada en 1964, “In C” (que significa “En do”, por la nota en corcheas que marca el ritmo de la composición desde el inicio hasta el final) es la obra que logró que el minimalismo alcanzara fuerza comercial dentro de la música estadounidense, porque sacó a ese estilo musical del ámbito reducido de las galerías de arte alternativas y lo metió de lleno en el ámbito del rock.

La sencilla partitura de la pieza, de una única página, consiste en cincuenta y tres módulos musicales separados, apenas breves fragmentos de melodía. Cada uno de estos módulos puede ser repetido tantas veces como cada intérprete desee. Cuando un intérprete se ha cansado de un módulo, pasa al siguiente y repite este nuevo tantas veces como desee. Todos los músicos que interpretan la obra (la partitura no especifica ni el número de intérpretes ni los instrumentos que tocan) se mueven gradualmente, a su propio criterio, del módulo 1 al 53. No hay forma de predecir cuándo un instrumentista pasará al siguiente módulo, de forma que cada interpretación de la pieza puede ser única. Solamente hay un elemento constante y regular: el ritmo, denominado “pulso”, marcado por un instrumentista que no hace otra cosa que marcar dos (la nota musical). La obra llega a su fin cuando todos los intérpretes llegan al módulo 53. Ni que decir tiene que unos pueden haber llegado antes y otros más tarde. La pieza, en su indeterminación y aleatoriedad cageiana, tiene algo de ritual y obliga a los intérpretes a escucharse y responderse entre sí, de un modo casi improvisatorio, de modo que la forma en la que las frases repetidas se superpongan será diferente en cada interpretación. De hecho, la duración de la propia interpretación puede oscilar desde los veinte minutos (hay una versión de esta duración en el primer álbum de Piano Circus, cuando todavía formaba parte del grupo Max Richter) a varias horas.

The Young Gods ya había realizado un disco de “versiones” en 1991, “The Young Gods Play Kurt Weill”, en el que el grupo realizaba sus adaptaciones de varias de las canciones de cabaret creadas por el compositor alemán para el dramaturgo Bertolt Brecht (más una escrita por Ogden Nash y otra de Maxwell Anderson). En esta ocasión, el grupo fue invitado en mayo de 2019 por Benedikt Hayoz, director de la orquesta de viento Landwehr de Friburgo, a participar en una interpretación de la obra con 85 músicos. Y hubo otras ocasiones posteriores más entre octubre y noviembre de 2021: con el Ensemble Batida –un colectivo de música contemporánea con sede en Ginebra– y con la compañía de danza Cie Alias.

En el álbum, The Young Gods ofrecen una nueva interpretación de “In C”, como trío y con su propio vocabulario sonoro (instrumentos electrónicos, batería y guitarras), siguiendo la partitura y aprovechándose de la libertad que esta permite. Por ejemplo, en cuanto al manejo de la intensidad sonora, que va desde el casi silencio hasta la explosión y vuelta a empezar. En los 58 minutos de su versión se suceden los crescendos y diminuendos, que juegan con la adición y la supresión de frases musicales repetidas. Si ya es complicado que una interpretación de “In C” se parezca a otra, la de The Young Gods, evidentemente, no suena como las numerosas versiones acústicas de “In C” grabadas desde hace casi sesenta años (aunque se estrenó en 1964, la primera versión grabada lo fue en 1968, por el propio Riley, en CBS). Pero es que, además, ni siquiera se parece a las versiones rock que grabaron en 2002 tanto The Styrenes como Acid Mothers Temple & The Melting Paraiso U.F.O. y que, en comparación con la de los suizos, suenan casi canónicas.

En la que nos ocupa, es hasta posible que The Young Gods se hayan saltado la “obligatoriedad” del “pulso” en algunos momentos puntuales (puede que tan solo sea una impresión). La obra, instrumental por completo, sin voces, construye un flujo hipnótico lleno de momentos de alta intensidad sonora, mesetas de electricidad estática e insospechadas calmas que dan al conjunto todas las características de un monstruo vivo que ruge y muerde, pero que también vuela, abraza y abre la mente. Dentro de la fuerte tensión que el grupo imprime a la composición, hay unos minutos (entre el 25 y el 28) en los que esta se relaja casi hasta bordear la música ambient, algo que se aproxima a la propia intención de Riley, que había dicho en alguna ocasión que él veía la pieza “como una especie de alquimia musical o magia”, en la que buscaba “una dirección espiritual para la música en la que uno perdiera la conciencia de sí mismo y pudiera abandonarse a ese laberinto de sonido”. ∎

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