Álbum

Verde Prato

AdoretuaPlan B, 2023

Había ganas, muchas ganas por saber cómo iba a afrontar Verde Prato la continuación del excelso “Kondaira eder hura” (2021). Hace poco ya tuvimos un regalo como “Euskal pop erradikala” (2022), conformado por cuatro reinvenciones pop de clásicos del punk radical vasco y de temas tradicionales. Pero de lo que hoy toca hablar ya son palabras mayores.

De un intimismo monacal, al igual que en su anterior LP, las siete canciones aquí recogidas reafirman la estela del siete como numeración mágica, a la cual Franco Battiato dotó de relevancia absoluta en sus trabajos discográficos de los años setenta y ochenta.

En las siete estancias que recorren la columna vertebral de “Adoretua”, nos topamos con diferentes versiones de una Verde Prato entregada a la libertad expresiva nacida del silencio. Un caudal abrumador de ideas tras las que revolotean chispas de erotismo, cantos a la familia y un diario personal lanzado a las tripas del viento.

Semejante hechizo en siete actos se abre con el synthpop hiperminimal cuadrado para “Ahizpak”. Matemáticas kraftwerkianas llevadas a un punto de expresión arty, reflejadas en el festín de silbidos, microtonos y demás detalles ínfimos envueltos en el delicado halo vocal desplegado por la guipuzcoana, rematado en un estribillo que recuerda a los The Human League de 1981.

“Su pelo” es una de las dos canciones cantadas en castellano del disco, reguetón de celofán, neblinoso, que suena como si dicho estilo hubiera sido inventado en el laboratorio de sonidos sinte de la edad dorada británica.

“Ez zinen” es otra muestra de cómo encontrar la emoción a base de reducir la masa instrumental a un esqueleto de ligeros detalles industriales, y un canto de hechuras sacras que alcanza el summum de la emoción contenido en un tramo final sencillamente estremecedor.

Por su parte, “Harrapatu ninduen” parece haber sido ideada desde la alcoba de los pensamientos de Ryuichi Sakamoto cuando se deja imbuir por las artes impresionistas de Erik Satie.

“Garai galduak” acentúa el excelso nivel general a través de un bolero tejido a partir de ligeros trazos electroacústicos. Arquitectura sonora que bien merece un punto y aparte y la sitúa, por momentos, como una especie de versión astral de la última Lucrecia Dalt.

“Niña soñando” es el single de adelanto, la otra canción cantada en el idioma de Cervantes, en la que vuelve a tocar el cielo y a impregnarse del mismo.

Tal que en anteriores demostraciones de vampirización estilística en modo esquelético, aquí Verde Prato se empapa de aura andina para tejer una oda a la melancolía otoñal coplera arrancada de las entrañas del sueño.

La magia se cierra con “Izar baten begotazioa”, donde asistimos a un ritual casi a capela de una artista que, visto lo visto, ahora mismo se encuentra en lo más alto de lxs alquimistas destinadxs a renovar de interés lo que entendemos como pop de altos vuelos. Y en esta disciplina, ninguna propuesta tan ascética y emocional, hoy en día, como la representada por Ana Arsuaga en una obra de arte como “Adoretua”. ∎

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