Viggo Mortensen es uno de los últimos en sumarse a la lista, no muy numerosa pero importante, de cineastas que componen la música de sus películas y, de vez en cuando, la de otros directores, lista que incluiría a Charles Chaplin, Satyajit Ray, John Carpenter, Mike Figgis, Jim Jarmusch, David Lynch, Alejandro Amenábar, Tom Tykwer, Robert Rodriguez, Abel Ferrara –en su caso, autor de las canciones de nueve de sus largometrajes– y, solo en dos ocasiones, Dario Argento.
El actor ya lo hizo en su debut tras la cámara, “Falling” (2020), y repite en su segundo largometraje, “The Dead Don’t Hurt” (“Hasta el fin del mundo”, 2023, estrenada aquí el pasado 10 de mayo). Pero la composición musical no es precisamente nueva para el protagonista de “Promesas del este” (David Cronenberg, 2007): ha publicado dieciséis discos de diversos estilos (jazz, rock, spoken word, electrónica, experimental, ambient, lo-fi), algunos en colaboración con el enigmático guitarrista Buckethead y con la que fue la esposa de Mortensen durante una década, Exene Cervenka, cantante del grupo punk californiano X.
Mortensen valida también esa sensación de que, desde hace años, el cine del Oeste lo quieren practicar mayoritariamente actores a quienes les gusta mucho el género: Eastwood, Kevin Costner, Ed Harris y ahora él. Precisamente su primer wéstern como actor fue el firmado por Harris, “Appaloosa” (2008), y sus dos colaboraciones con el argentino Lisandro Alonso, “Jauja” (2014) y “Eureka” (2023), también pueden encuadrarse de un modo u otro en relato wéstern.
Acorde con la tonalidad intimista y de reivindicación del papel de las mujeres en la conquista del lejano Oeste que procura el filme, su banda sonora se aparta de todo sentimiento épico. Es más una película de gestos en interiores que de movimiento en exteriores. Mortensen ha concebido una música tenue y sostenida, organizada con delicados pianos y nostálgicas secciones de cuerda, fragmentos de un presente feliz, el que vive la pareja protagonista antes de estallar la Guerra Civil, y de un recuerdo que no lo es tanto, cuando la mujer se queda sola en el rancho. En algunos cortes, como el titulado “Leaving With Vincent”, Mortensen incorpora raíces irlandesas. Otro, “Vivienne’s Choice”, muy bello, recuerda a las bandas sonoras de Ryuchi Sakamoto. “Forsaken” evoca en formato miniatura las raíces campestres de la música westerniana. Hay algo de tristeza en “Olsen Returns”, pues el hombre regresa de la guerra, pero los tiempos han cambiado. Ese tiempo se desvanece en “A House Is Not A Home”, que no es un guiño a Burt Bacharach y Hal David, sino la sentida descripción de unos momentos duros para la convivencia. La inquietante “Pursuit” es la única pieza que incorpora instrumentos electrónicos y una pulsión rítmica de fondo.
El director y actor escribe 21 de los 24 temas que componen la banda sonora, la mayoría muy breves, como melodías cortas cazadas al vuelo. Los otros tres llevan la firma del compositor barcelonés Rafel Plana y varían de orientación: el piano es enérgico y vivaz en “Dansa d’amor”, asemeja una pianola melancólica de saloon vacío en “Treue Liebe” y cierra el disco con los aires españoles de “Sierra Morena”. ∎