La compra de Twitter se formalizó hace una semana con Elon Musk entrando en las oficinas de su nuevo juguete-empresa con un lavabo en la mano. Por supuesto esta persona que se ha comprado una plataforma para tener la validación de nerds que le ríen las gracias se ha estrenado en su nuevo puesto haciendo una dad-joke visual en referencia a la frase “let that sink in”. Y ni siquiera después de ver su chiste desde la lejanía y pararse a reflexionar ha dicho: “Mejor me calmo un poco”. Lleva una semana entera sin parar de dar titulares.
Debido a que afecta de forma directa al sector de tuiteros más visibles en la red, la más comentada ha sido que las cuentas verificadas tendrán que pagar ocho dólares al mes por continuar teniendo el tick azul. La verificación se suma de esta forma a los extras de la suscripción Twitter Blue. Y si antes el tick azul ya tenía cierto pestillo uncool-corporativo para todo aquel que no fuese una persona tan famosa que corría el riesgo de tener su identidad suplantada –significaba que habías hecho el esfuerzo de mandar documentación necesaria para pedirla y el esfuerzo online es siempre uncool–, ahora se refuerza demostrando a tus seguidores que, en efecto, estás pagando activamente mes tras mes por un ego-boost de color azul. Súper no cool.
Musk postea –porque ¿para qué comunicados oficiales de empresa si puedes tuitear todo lo que te pasa por la cabeza?– que esta medida ayudará a depender menos de los anunciantes y generará un flujo de ingresos para los creadores de contenido. Jane Manchun Wong, ingeniera que es conocida en la plataforma por revelar funcionalidades aún ocultas, también ha dicho que están trabajando en mensajes directos de pago, y a una le cuesta muy poco imaginarse una linkedinización de Twitter en un futuro cercano.
Musk también ha aprovechado esta primera semana para mandar un aviso a los trabajadores de Twitter que se han mostrado siempre hostiles hacia su toma de poder, disolviendo la junta de directores y nombrándose director único de la plataforma. Por si había algún nerd optimista entre ellos, los ha amenazado directamente diciendo que todos los cambios necesitan ser implementados antes del 7 de noviembre o serán todos despedidos.
Quien se ha marcado el jaque mate perfecto en medio de este caos es Parag Agrawal. El ex CEO de Twitter deja su cargo con un finiquito de 42 millones de dólares después de estar en la compañía durante menos de un año. Me da que los que siguen argumentando que Elon Musk es la persona más inteligente del planeta tienen su ojo puesto en el mastermind incorrecto.
Las redes sociales llevaban semanas preparándose para el desastre: con el éxito que ha tenido la serie de Ryan Murphy y lo fácil de identificar que es por sus características gafas de aviador, Jeffrey Dahmer iba a ser el disfraz del año. Ha dado igual que Twitter haya estado generando discurso durante casi un mes sobre lo insensible que es caricaturizar a un asesino en serie para los familiares de las víctimas, y que la gente se enfadase por titulares virales sobre el poco tacto que ha tenido el equipo de la serie con ellos. Después de un año en el que la cultura popular se ha centrado en la explotación de historias reales de violencia, el fruto es este: las redes llenas de gente enfadada con gente vestida de Dahmer, de Pam y Tommy, de Amber y Johnny. La esperanza que queda es que la supremacía de trajes de Ken y Barbie que esperamos para el año que viene nos haga ganar un año más de reflexión entre lo que está bien y lo que no.
Ser controvertido no está de moda. Puede que los disfraces de mal gusto estuviesen por todas partes, pero los protagonistas no eran ellos, por lo menos no desde el momento en que Heidi Klum apareció vestida de lombriz en la fiesta de Halloween que organiza anualmente. La supermodelo aprovecha el privilegio de que no necesita la excusa de una noche para vestir sexi, y usa el token para disfrazarse cada año de cosas como Princesa Fiona (2018) o Pared (2020). El vestido de lombriz ha sido una fuerza mayor de la viralidad, por un lado porque es un completo mood para compartir en stories pasando la resaca del Día de Todos los Santos, y también porque se puede interpretar como la representación de uno de los memes más importantes de los últimos años, en el que una chica le pregunta a su novio: “¿Me seguirías queriendo aunque fuese una lombriz?”.
La obsesión de España por el buen comer se traduce a su manera en la esfera digital, como demuestra el hecho de que tengamos youtubers de primera división que se dedican únicamente a enseñar cómo se come en restaurantes. Lo que parece el nicho de mercado más relajado imaginable –por lo menos comparado con otros que atraen a gente más competitiva, como el de los videojuegos– también tienen su propia dosis de drama.
Sezar Blue, que saltó a la fama en 2021 por una conspiración de Forocoches que decía que era caníbal, ha publicado un post quejándose de que otros creadores de contenido promocionan marcas sin hacerlo explícito, tal y como dictan las normas de Instagram. Entre los comentarios del post se encontraba uno de Cenando con Pablo, compañero de profesión con el que había hecho vídeos, dándose por aludido e indignándose por haber recibido el unfollow de Sezar. De estar untando el pan en el mismo aceite a mandarse mensajes de odio en Instagram, este es el beef (literalmente) que la cultura patria digital se merece. ∎