La frase original era de Isaac Newton (o de Juan de Salisbury, según otros), pero se usa en ciencia y popularmente para expresar que los logros propios no son solo debidos a la genialidad personal, sino que se apoyan en los avances y descubrimientos de quienes nos precedieron.
El festival Tomavistas 2023 tenía, desde su line up hasta su formato back to basics, algo de haberse apoyado en su trayectoria y los artistas que la nutren para coger impulso y poder ver su futuro más allá. Y nosotros, siguiendo con el símil, nos encaramamos a hombros de un mono escocés para poder disfrutar de los conciertos de esta edición, en el que la vuelta al Parque Enrique Tierno Galván era el principal headliner y marcas como Monkey Shoulder, que aman la música y la llevan en su ADN, su respaldo y la de su público.
Así, subidos a lomos de la colina del icónico y comodísimo escenario del anfiteatro del parque, vimos a Niña Polaca o Ginebras, ¡con altura!, abrir las cortinas del festival y descorchar la primera botella de Monkey Shoulder, mientras Juay, el artista callejero que viene trabajando desde hace tiempo con la marca de whisky escocés, empezaba a marcar los primeros trazos del mono coctelero que completaría el enorme mural que servía de nexo entre los dos escenarios principales, como dibujando un horizonte de color anaranjado y suave, color whisky de malta premium.
Como en un partido de tenis disputadísimo, desde los escalones del anfiteatro siempre teníamos un ojo puesto en el escenario principal y otro en el empinado secundario, donde Depresión Sonora aplicaron tensión al recinto con su post-punk ochentero y Carlangas la distendió con su verbena a feira que por momentos se puso cósmica de la mano de su banda, Los Cubatas (qué gran nombre en un artículo hablando de whisky escocés), casi como unos The Comet Is Coming nacidos junto al Obradoiro.
Pero en el peloteo siempre hacíamos parada y fonda en la barra lateral azafranada como un atardecer veraniego y como un perfect serve de la marca escocesa. Así que, mientras nos servían un vaso largo con mucho hielo, un chorrito de ginger ale y el toque decorativo de la naranja, nos hicimos con una de las tote bags personalizadas para la ocasión por el propio grafitero. Y disfrutamos de cómo iba creciendo el universo Monkey Shoulder a través de las manos de Juay, que es uno de los máximos exponentes del street art patrio (viene de hacer un mural de cientos de metros cuadrados en un edificio del downtown de Santa Ana, California).
Juay subraya el gran apoyo que supone que una marca diferente, divertida y transgresora como Monkey Shoulder “confíe en mí y apoye el arte urbano para reflejar sus valores, dejándome libertad creativa”. Para la marca con el logo de los tres monos, la música y el street art son casi tan importantes como conseguir el característico sabor suave y afrutado de su destilado, tan diferente y rompedor.
Y libertad y desenfado es quizá lo que inspiraba el mural de veinte metros que el propio autor bautizó como “Indie Shoulder”, confesando que se fijó mucho en los diferentes personajes que pueblan el público de un festival, siempre inspiradores, pero también en algunos artistas del cartel, donde se puede descubrir “al clásico malasañero que toca la guitarra, pasando por un oso ‘skater’ aporreando el teclado al más puro estilo de La Femme y finalizando con un mod que no sabe dónde ha dejado aparcada la Vespa”. Aunque el boceto que el artista completó en directo en el festival lo había trabajado en su taller, reconoce con una sonrisa que improvisó “algún degradado que no estaba previsto, ¿será por el atardecer, o por las piñas coladas?... quién sabe...”. Los festivales siempre traen descubrimientos, alegrías y momentos inesperados, como el toque a vainilla que te sorprende cuando paladeas un Monkey Shoulder mientras suena tu canción favorita.
Los personajes marcianos y antropomórficos de Juay –inspirados en “modas actuales como el ‘street wear’, la cultura de los ‘vinyl toys’, los artistas urbanos como Ten Hundred o Cloakwork y por supuesto los dibujos animados con humor chanante”, pero sobre todo en los músicos y sus fans– fueron creciendo y cobrando vida durante los tres días del festival. El viernes, Tomavistas fue creciendo a la par que el mural, y llegaron señas de identidad de la cita madrileña como Mujeres, que pusieron el Tierno Galván patas arriba. Y compinches en el ruido como Paquesvr, Perro o Triángulo de Amor Bizarro, que atronaron hasta la M-30 presentando su nuevo disco, “SED”. La fiesta y los combinados tomaron otra índole más classy con la aparición de los muy británicos The Vaccines, que parecían tan en forma como en sus mejores años a comienzos de la década de 2010, con su debut post-The Strokes y post-The Libertines, “What Did You Expect From The Vaccines?” (2011). If you wanna come back it’s alright. La Femme pusieron la pendiente del segundo escenario cuesta abajo con su batiburrillo que va de la psicodelia nouvelle vague a la electrónica franco-ibicenca. No sonaron muchos de los temas de su último disco, pero sí “Sacatela” (la copa, claro), que fue el momento central de su concierto y dejó a todo el personal con una sonrisa. Sonrisa que no se nos borraría hasta el final de la jornada, ya que La Casa Azul, con su j-pop de de Sant Cugat lleno de letras freudianas. Falling and laughing, que dirían otros escoceses, reventaron el show con himnos generacionales como “La revolución sexual”, que cerró la noche del viernes. Llegó el momento de empezar a latir, y de pedir la última Monkey Ale antes de irse a casa exultantes.
El sábado, Juay daba los últimos retoques a uno de los simios de imagen más trapera mientras disfrutaba de sus artistas favoritos del cartel, los californianos Allah-Las, que tuvieron que lidiar con un calor propio del Joshua Tree para desgranar su americana smooth con toques jangle. Un buen cóctel sonoro que podría encontrar su maridaje en la barra contigua con un Monkey Apple.
A buen seguro que Juay, cuando cayó la noche, también se dio un homenaje y pidió una Monkey Colada, como hicimos nosotros antes de disfrutar de la traca final de artistas, casi sin tiempo para ir de un escenario a otro sin que se nos derramara el preciado líquido. Los Punsetes, con una rojigualda y empeinetada Ariadna, cantaban “España corazones”. La Élite subían la apuesta punk en “Bailando con mis amigos”. Sidonie celebraba una fiesta llena de featurings (incluso punseteros) y reencuentros con su público. Y los platos fuertes internacionales del Tomavistas, Metronomy y los revitalizados Ladytron, puntazo dosmilero del festival, nos sumergían en ondas y burbujas que llevaban de la psicodelia shoegazing al bedroom pop más guitarrero, pasando por la fiesta desprejuiciada que puso fin a una edición que nos hizo sentir, gracias a la marca con la etiqueta dorada de los tres monos, como si fuéramos el rey de la selva, encaramados sobre hombros de gigantes. ∎