A sus 25 años, 070 Shake sigue con su decidido ascenso por los confines del rap contemporáneo. Su promoción desde La (2) de Apolo, una semanas antes del cierre pandémico, a la sala principal del mismo templo barcelonés dos años más tarde señalan una progresión sin topes. En la presentación de su segundo LP, “You Can’t Kill Me” (2022), en suelo español –le seguiría escala en Madrid al día siguiente– la artista estadounidense se nutrió de la energía de un público que la esperaba con los brazos abiertos.
Su irrupción sobre el escenario fue recibida con murmullo comentando su similitud –en silueta, gestos y actitud– con Rue Bennet, el personaje torturado que interpreta Zendaya en la serie “Euphoria” (Sam Levinson. 2019-). Hasta el fondo lumínico ejerciendo fuertes contrastes sobre su oscura figura parecía remitir por momentos a la fotografía de Marcell Rév para la mentada ficción de HBO Max. Comparación que no resulta caprichosa. Tanto el personaje de Rue como la mayoría de jóvenes del serial comparten con el discurso musical y la actitud vital que expresa 070 Shake sobre los escenarios una desazón tremenda; una actitud vital alicaída como respuesta a una visión del futuro destripada de color, y cuyo vacío se combate con fármacos de la família Sackler. En el caso de la músico de New Jersey, su música conecta con el angst de toda una generación –los zeta y los late millennial– abatida ante el presente heredado. Y todo ello lo expresa sin reservas, con la coraza volatilizada, impulsada por una expresividad carismática sobre el escenario.
Bajo un mínimo andamiaje, un DJ orquestando el circuito pregrabado de rimas, diálogos y sonidos desde un lado del escenario, Balbuena fue circulando –a toda mecha, saltando de un tema a otro antes de que finalizara el anterior, algo propio del consumo acelerado de nuestro presente– por su primer LP, “Modus Vivendi” (2020), en un intervalo donde se apoyó en los ecos vocales y el backup que le proporcionaba su propia voz grabada. Desató amarres con la llegada de “Skin And Bones”, con ese estribillo –“We’ve been smoking gas”– que la conecta con Mac Miller, otro talento SoundCloud extraviado por el viaje exprés a la morgue por el uso del fentanilo.
Misma actitud fatalista, la que comparte con los representantes del soundcloud rap, que quedó de nuevo expresado en la línea “I don’t know if I’ll be here tomorrow” del tema “Morrow”. Sin embargo, su discurso se distancia de la crudeza de sus coetáneos –fallecidos y supervivientes– con una producción más sofisticada e intrincada, reforzada por pliegues sedosos y por un espíritu romántico volcado en sus composiciones. Un salvavidas que la acerca a Empress Of y FKA twigs. Letras lánguidas revestidas de ánimos que basculan entre la melancolía introspectiva del emo trap y la fiereza del aullido rap.
Poco importaron las imperfecciones (una embriaguez ascendente seguida en directo –tres copas de vino para un cuerpo diminuto se dejaron notar en su presencia vocal–), alguna que otra descoordinación y algún que otro balbuceo porque Danielle Balbuena tenía a su público con la intención de voto decidida, abriéndole su vulnerabilidad de par en par, conectando con él sin barreras, por vía emocional más que por técnica irreprochable. Alcanzó su cenit en los temas más reconocibles: “Honey” y “Guilty Conscience” comprometieron los pilares de la mítica sala barcelonesa. Se volvieron a abrir las compuertas para la penúltima del repertorio de la velada y última del disco que presentaba: “Se fue la luz”, una balada de corazón roto. El suyo había sido magullado ese mismo día, según explicó la propia cantante en notable español. Se despidió con la segunda reverencia a su valedor –ya había sonado “Violent Crimes”–, Kanye West, ese “Ghost Town” en el que interviene como colaboradora vocal y que alborotó a los presentes.
Reapareció en un bis desconcertante, tras un encendido de luces que parecía indicar el camino de salida. Una vuelta al escenario que terminó en fuga hacia delante (literal); carrera por la sala, baño de masas con su público antes de escaparse por la puerta de salida y ser seguida por los más veloces e incondicionales. Una carrera que terminó, como en su visita del 1 de febrero de 2020, en el próximo parque de Tres Xemeneies con un reducido grupo de asistentes registrando tan especial salida de guion. Entre estos se encontraba Arnau Vallvé, el batería de Manel, que documentó la secuencia de los hechos en sus historias de Instagram.
El viernes no se fue ninguna luz. Ni desencuentros amorosos ni tormentas eléctricas lo impidieron. Esperemos que ese bello y triste corazón de ascendencia dominicana siga bombardeando música. ∎