Quédense con su nombre: Alcalá Norte.
Quédense con su nombre: Alcalá Norte.

Radar

Alcalá Norte, superhéroes de barrio

Este grupo del distrito madrileño de Ciudad Lineal está llamado a ser uno de los referentes musicales de la capital. Aglutinando muy diversas influencias y con un sonido que retrotrae al pop de tintes oscuros de los años ochenta, sus canciones tienen todo lo necesario para convertirse en himnos para toda una nueva generación.

Entre Burning y The Cure, así han definido el sonido de Alcalá Norte. Y podría servir, pero yo añadiría a los primeros The Stone Roses, a Ariel Pink, a Steve Moore y el chillwave lo-fi en general, a Yard Act y, por qué no, a Kiko Veneno. La temática de las letras es variada y va desde la perspectiva de clase del punk a la chulería madrileñista con pose barriobajera de Burning. Todo un batiburrillo de referentes que han cristalizado en un primer disco, “Alcalá Norte” (Balaunka, 2024), que los muestra como una de las sorpresas más gratas en lo que va de año.

“La vida cañón”, clip realizado por Grady Dummond.

La indefinición de su estilo debe tener mucho que ver con la propia idiosincrasia del grupo. Porque su formación ha sufrido idas y venidas desde sus inicios y, a primera vista, este sexteto es absolutamente heterogéneo. Su batería es Jaime Barbosa, un jevi ochentero de pantalones pitillo, camiseta de Judas Priest, pelo rizado y gafas de metal dorado. Pablo “Admin” Prieto es el bajista y al parecer también administrador de su cuenta en X, autor de unas entradas que no tienen desperdicio. Pablo Mendoza toca la guitarra y podría pasar por uno de los miembros de The Strokes. Juan Pablo Juliá es el segundo guitarrista. Laura de Diego es su teclista en la actualidad. Antes de ella lo fue Jacobo Piñeiro, también productor de las primeras maquetas y quizá responsable del sonido de sintetizador tan característico de aquellas primeras grabaciones. Álvaro Rivas es su cantante; últimamente se le ve luciendo diferentes camisetas de fútbol pero al parecer es forofo del Real Madrid, tiene cierto deje filosófico e interesante y en sus entrevistas igual cita a Jung que a Nietzsche. Su forma de cantar es absolutamente peculiar, entre la desgana y la chulería madrileña, y una vez escuchada no se olvida. Yo lo definiría como un Liam Gallagher ilustrado.

El grupo se montó en 2019 y las canciones que tocaron en su primer ensayo fueron “Perlas ensangrentadas”, de Alaska y Dinarama, y “Boys Don’t Cry”, de The Cure. Los postulados sonoros ochenteros parecían estar claros desde el primer momento. Ya hemos dicho que su primera maqueta los mostraba como un grupo de post-punk de sintetizador con letras urbanitas y deje lo-fi. En los cuatro años que nos separan de aquello, su estilo se ha abierto a un pop de regusto oscuro que en primera instancia les haría emparentar con bandas pretéritas como Décima Víctima, Derribos Arias o, de algún modo, La Mode, además de con fuentes foráneas como Joy Division y, por momentos, a otras más recientes como Shame.

Quédense con sus caras: Álvaro Rivas, Juan Pablo Juliá, Pablo Prieto, Jaime Barbosa, Laura de Diego y Pablo Mendoza.
Quédense con sus caras: Álvaro Rivas, Juan Pablo Juliá, Pablo Prieto, Jaime Barbosa, Laura de Diego y Pablo Mendoza.

Ya hablábamos antes de lo peculiar de sus letras. En ellas encontramos un universo propio que navega entre lo chabacano y lo cultivado con inusual facilidad. Soflamas futboleras conviven con frases sacadas de textos del escritor decimonónico francés Léon Bloy, encendido defensor del cristianismo político. También dejan caer aquí y allá versos de denuncia social que a veces se incluyen de manera soterrada y otras de forma más explícita, sin que resulte nunca demasiado evidente. Lo suyo es una especie de reivindicación del sentimiento barrial ilustrado, donde lo popular pesa tanto como lo intelectual. Podríamos enmarcar este estilo lírico referencial en un corpus que reuniría por igual a Fernando Alfaro, Antonio Arias, Pepe Risi,  Fernando Márquez “El Zurdo”, Rosendo y J Planetas.

Pero, aunque la avalancha de nombres sea inevitablemente necesaria para describir a Alcalá Norte, lo cierto es que lo que transmiten con sus canciones es frescura, talento y naturalidad, tres cualidades que los hacen destacar por encima del grueso de eso que, en los corrillos de la industria musical, se da en llamar “artistas emergentes”. Su primer disco ha venido precedido de tres canciones que han acrecentado la expectación sobre el estreno en largo de la banda: “Supermán”, un chute de energía de nervio punk; “Los chavales”, post-punk sin ambages, y “La vida cañón”, su GRAN canción hasta el momento, la que creo que está llamada a celebrarse con jolgorio en sus conciertos y que tiene todas las cartas para permanecer en su repertorio de directo durante más tiempo.

Ilustrados de barrio.
Ilustrados de barrio.
Existe cierto runrún en torno a Alcalá Norte, esa cosa que surge cuando una banda va a despuntar. Quizá esté pasando ahora. De hecho, sus conciertos de presentación del álbum en la sala El Sótano de la capital el pasado fin de semana, el viernes 26 y el domingo 28, parecen haberse convertido en uno de esos acontecimientos a los que referirse desde ya en modo “yo estuve allí”. Todos quieren ser los primeros en hablar sobre ellos. Entonces ¿son el nuevo grupo favorito del underground madrileño o que lo sean es solo una cuestión de tiempo? ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados