El hombre que supo desaparecer.
El hombre que supo desaparecer.

Revisión

Bill Withers: un soulman con freno y marcha atrás

La carrera de Bill Withers, cantante de voz sedosa y atisbos soul-folk-funk, duró un par de décadas completas, la de los setenta y la de los ochenta. Alcanzó en sus inicios el éxito multitudinario con su gran hit “Ain’t No Sunshine”, pero acabó cansándose de su papel de estrella y, tras diversos episodios funk, disco y siempre smooth soul, desapareció sorprendentemente por el foro. Revisamos su trayectoria.

Quisiera presentarles a todos ustedes al perfecto opuesto de Rick James. El anti-Jagger. Una estrella a regañadientes que se negó a convertirse en supernova del soul y, efectuando un giro en U prácticamente inaudito en la historia de la música, interrumpió su carrera para volver con su familia y amigos. Bill Withers, como el astronauta que primero se arranca el casco para comprobar si la atmósfera es respirable, demostró que algo así puede hacerse. Es más: que es recomendable hacerlo. Por supuesto, ese frenazo por sí solo no explica su grandeza. La negación a participar en el Pan y Circo solo se transforma en glorioso acto de dignidad cuando has sido invitado a él; rechazar venderte cuando nadie te compraría ni de rebajas no tiene mérito alguno. Pero una vez sentado en la mesa de los vencedores, ponerte en pie y, sin mediar palabra, largarte… Eso requiere mucha fuerza de voluntad. Y decencia. Y alma.

Withers nació en 1938 en Slab Fork (Virginia), que es como decir Ninguna Parte. Un chico tartamudo y asmático que –gracias a la influencia de su abuela, inmortalizada en “Grandma’s Hands”– logró superar su dolencia y entrar a trabajar para las fuerzas aéreas. “Una vez un profesor me llamó minusválido”, declararía en el documental sobre su vida, “Still Bill” (Alex Vlack y Damani Baker, 2009). “No me gustó esa palabra (…) El ser etiquetado como ‘minusválido’ me provocó una crisis de confianza. Solo quería irme y volver a empezar con gente nueva. La Marina, a los 17 años, parecía un buen sitio adonde ir”.

Withers pasó nueve años enrolado en la Armada, y unos cuantos más instalando lavabos en aviones para compañías aéreas. Fue allí, cantándose a sí mismo, cuando empezó a componer canciones (“Use Me” o la mencionada “Grandma’s Hands” datan de esa época). Withers afirmaría años después que “había vivido una gran parte de mi vida antes de entrar en el mundo de la música”, que su carácter adulto y círculo de amistades estaban ya formados para cuando le llegó la fama. Y eso fue su salvación.

Sea como fuere, lo cierto es que Withers estaba aún colocando letrinas, silbando feliz, cuando Sussex le editó su álbum de debut, “Just As I Am” (1971), producido por Booker T. Jones. El hit del disco, “Ain’t No Sunshine”, ascendió imparable hasta el número 3 de las listas norteamericanas –ganando un Grammy a mejor canción de rhythm’n’blues– mientras su autor vegetaba en la oficina del paro.

Withers, quien no tuvo guitarra propia hasta 1970, y que jamás había tocado en directo, se vio de pronto debutando para cinco mil personas; siendo invitado al Zaire 74 para tocar con James Brown; tuteándose con Muhammad Ali; apareciendo en ‘The Tonight Show’ de Johnny Carson. De aquellos años diría: “Una nueva palabra entró en mi vida: Guapo. Parece ser que te vuelves hermoso de golpe cuando tienes un éxito”. Su fama cobraría el impulso definitivo con el segundo disco para Sussex, “Still Bill” (1972). El álbum saldría disparado como un misil hasta el número 1 de las listas de rhythm’n’blues, y dos de los singles extraídos, “Lean On Me” y “Use Me”, llegarían a los puestos 1 y 2 respectivamente de las listas pop.

Muhammad Ali, Bill Withers y Don King: música y boxeo en Zaire 74. Foto: Jeffrey Levy-Hinte
Muhammad Ali, Bill Withers y Don King: música y boxeo en Zaire 74. Foto: Jeffrey Levy-Hinte
Esto es, sin duda, el vórtice de popularidad de Withers, pero también el inicio de sus dudas. Enfrentado a la purpurina y la cocaína, el músico empieza a plantearse si, realmente, todo esto compensa. “Me interesaba mucho ver si podía continuar en este negocio sin participar para nada en el juego de la fama”, afirmaría en “Still Bill”. “Pero no me salió muy bien. El juego de la fama me pegó una buena paliza”.

Terminada su etapa Sussex (con el imprescincible “+’Justments” de 1974), Withers ficha para Columbia, que intenta –sin éxito– convertirlo en una aerodinámica estrella de smooth soul fardapaquetesco. “Al explorar tus sentimientos y vulnerabilidades”, confesaría luego, “tus virtudes y defectos… Llevas encima la carga de tratar de encontrar esas emociones. Pero entonces llega una pandilla de A&Rs para decirte qué hacer, con todas sus sugerencias estúpidas. Según iba respondiendo a cosas así, mi parte simple, emocional, vulnerable, iba quedando… pulverizada”.

Uno solo tiene que visionar filmaciones en directo de Bill Withers entre 1975 y 1985 para ver a un sujeto que, disco a disco, se siente cada vez menos cómodo en su propia piel. En cuanto a prueba gráfica no hay mejor material que los (tragicómicos) vídeos en YouTube de sus últimas actuaciones: tanto en “Just The Two Of Us” (hit tardío en dueto junto a Grover Washington Jr.) como en “Lovely Day” (un remix del tema le había llevado al número 4 en Gran Bretaña en 1988), el performer es un señor al que han arrancado a rastras de su casa, donde estaba en batín jugando al caballito con su progenie. Un tipo que hacía unos instantes era feliz tomando unas birras en el porche y a quien ahora, estático como una escoba y dando tímidos un-dos de pato mareado, se le ve francamente disgustado por su presente situación.

Withers grabaría cinco álbumes –que van de lo sublime a lo dignísimo– en Columbia, pero en 1985, casado y con dos niños, su santa paciencia estaba a punto de agotarse. Y a partir de 1989, como un Keyser Söze de buen rollo, se esfumó sin decir adiós. Sabemos todo esto gracias al documental “Still Bill”, que recientemente logró arrojar algo de luz a la desaparición más sonada del soul.

Gracias a él descubrimos que Bill Withers no se arrepiente de nada, que es feliz pantufleando y barbacoando como una persona corriente y que ni loco se plantearía volver al negocio musical. “La gente me pregunta eso a menudo”, afirma en la película. “‘¿Cómo pudiste dejarlo?’. Para mí no se trataba de dejar nada, sino de hacer otra cosa. Me gusta la música, pero no voy a dedicarme de lleno a ella. ¿Sabes lo infeliz que serías si pensaras que no eres lo que deberías ser? Empecé mi vida así, y no quiero acabarla igual”. ∎

Cronología

  • 1938. Bill Withers nace el 4 de julio en Slab Fork (Virginia).
  • 1971. Debuta con “Just As I Am” en el sello Sussex a la insólita edad de 32 años.
  • 1972. Gana el Grammy a la mejor canción de rhythm’n’blues por “Ain’t No Sunshine”. Graba su segundo disco, “Still Bill”. “Lean On Me”, extraída del álbum, llega el 8 de julio al número 1 de las listas norteamericanas. El 30 de noviembre aparece su disco en directo, “Bill Withers Live At The Carnegie Hall”.
  • 1973. Se casa con la actriz Denise Nicholas, para divorciarse al año siguiente.
  • 1974. Graba “+’Justments” y abandona el sello Sussex por disputas legales. En octubre del mismo año es invitado a tocar en el macroconcierto africano Zaire 74, al lado de James Brown, B.B. King y los Spinners.
  • 1975. Ficha por el selllo Columbia, donde editará “Making Music, Making Friends” (1975), “Naked & Warm” (1976), “Menagerie” (1977) y “‘Bout Love” (1979). Se casa con su actual mujer, Marcia Johnson, y tienen dos hijos: Kori y Todd.
  • 1980. En junio obtiene un nuevo hit con “Just The Two Of Us”, una colaboración con Grover Washington Jr. La canción obtiene un Grammy en 1982.
  • 1985. Edita su último disco con Columbia, “Watching You Watching Me”.
  • 1988. Una remezcla de “Lovely Day”, originalmente grabada en 1977, lo lleva al número 4 de las listas inglesas. Aparece en ‘Top Of The Pops’ el mismo año.
  • 1989. Abandona el negocio musical, para aparecer solo en contadas ocasiones en álbumes ajenos. ∎

Tres discos recomendados

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“Still Bill”

(Sussex, 1972)
El mejor disco de Withers. Si solo van a adquirir uno, que sea este. Ejemplifica la típica dicotomía del compositor. La mitad del álbum está integrada por esos temas de folk witheriano con tan poco (aparente) bagaje rhythm’n’blues, en la onda del primer Terry Callier. Un ejemplo claro es su gran hitazo, aquí incluido: “Lean On Me”. Una cosa que es medio folk catequista (no es casualidad que sea un clásico de colonias de verano), medio AOP de Laurel Canyon; pero en guay. La otra mitad del disco está elaborada con soul calentón similar al de Curtis Mayfield en “Roots” (1971): “Kissing My Love” (no se pierdan la versión brutota de Spanky Wilson, favorita de muchos DJs), “Use Me” y “Who Is He (And What Is He To You)?” (para entendernos, una especie del “Y cómo es él” de José Luis Perales, pero en clave de funk vasilón).

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“+’Justments”

(Sussex, 1974)
El tercero de los trabajos de Withers. De buenas a primeras parece un álbum inferior a los anteriores, pero –como suele suceder con los mejores discos– gana con cada escucha. Nuevamente, posee la faceta del soul chasqueadedos –“You” es otro “Use Me”; “Stories”, otro “Who Is He (And What Is He To You)?”–, y la faceta emotiva, deep, desnuda: “The Same Love That Made Me Laugh” es algo así como una piedra de Rosetta de la cual podría haber salido todo el “Confessions Of A Pop Group” (1988) de The Style Council, todas las canciones góspel de The Housemartins e incluso, con efecto retroactivo, medio “Astral Weeks” (1968) de Van Morrison. El disco culmina con una narración spoken word-funk de casi siete minutos de duración con una temática ferroviaria, “Railroad Man”, que es verdaderamente acojonante.

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“Menagerie”

(Columbia, 1977)
Es un poco injusto dejar fuera el álbum de debut, “Just I Am”, pero no quería incluir solo la etapa de la escudería Sussex. Digamos que, junto a aquel, “Menagerie” es el cuarto LP de Withers que necesitan. Un álbum muy de su tiempo, con las inevitables incursiones en la música disco –“She Wants To (Get On Down)”– y el funkarrón de finales de los setenta –“Lovely Night For Dancing”–, y un par que todavía no he decidido si son, o no, basura: “Tender Things” y “I Want To Spend The Night”, ambas sexy-patilleras con saxo Frankie-Valli-en-el-Copa. El SUPERHIT, sin embargo, es “Lovely Day”: uno de los grandes himnos al optimismo y el buen humor matutino del siglo XX, y uno de mis infalibles elevadores emocionales. Una canción tan hermosa, animosa y llena de ilusión que parece imposible jorobarla (y mira que lo han intentado veces con múltiples versiones). ∎

Ecos

“Mi verdadera vida transcurrió cuando solo era un currante. Solo un marinero, solo un mecánico. La auténtica medida de cualquier grupo de personas es cómo son los que solo son personas”.

“(Cuando empecé a darme a conocer en la música) ya tenía unos 32 años. Me llamaron la mayoría de discográficas, pero no querían algo tranquilo. Tenían el síndrome R&B, querían trompetas, tres chavalas y un traje lamé dorado. A mí, la verdad, eso no me iba. Así que pensé: ‘Si no me dejan hacerlo como yo quiero, tengo un buen trabajo haciendo lavabos; tíos, no os necesito’”.

“Una de las cosas que siempre les digo a mis hijos es: está bien dirigirse hacia lo ‘fantástico’, pero de camino hay que pasar por el ‘no está mal’. Y cuando llegues a ‘no está mal’, echa un vistazo y acostúmbrate, porque a lo mejor eso es lo más lejos que vas a llegar”.

“La mayoría de la gente no sabe o no le importa quién eres. Creo que soy como los peniques; los tienes en el bolsillo pero no recuerdas que están ahí. Nadie sabe quién soy. Algunas veces digo quién soy y no me creen. También hay gente que no lo sabe, nunca lo supo y nunca le importó. No trabajo ese circuito en el que le recuerdas continuamente a la gente quién eres”.

“No tengo la personalidad necesaria para ser un artista”. 

(Todas las frases de Bill Withers proceden del documental “Still Bill”)

Su mejor canción

“Ain’t No Sunshine”

(1971)
Bill lo explicaba así, hablando de sus inicios en Columbia: “Entras, tocas algo y te dicen: ‘¿Dónde están los metales? Has de poner algo de metales ahí. ¿Cuánto dura la intro?’. Pero mi primer éxito fue ‘Ain’t No Sunshine’; sin intro, ni nada. Si nadie te impone sus reglas, puedes hacer una canción sin intro”. “Ain’t No Sunshine” es la típica del músico y, aunque no es mi favorita, se hace casi obligado hablar de ella. Es una canción poco convencional: empieza sin intro y en lugar del primer estribillo repite “I know” cuatrocientas mil veces. Pero su simple tonada y aire quejumbroso la hacen una de las canciones más pegadizas (y versionadas) de la historia. Véanla en directo en el programa inglés ‘The Old Grey Whistle Test’ de 1972 y abrácense a sus seres queridos. ∎

Producida por Booker T. Jones, “Ain’t No Sunshine” fue su gran canción para siempre.

“Still Bill”. El documental, el hombre

Hombre antes que artista.Hombre antes que artista.

La película de Alex Vlack y Damani Baker es a Bill Withers y el soul lo que representó “The Filth And The Fury” (Julien Temple, 2000) a los Sex Pistols y el punk. Un documento definitivo, y una obra de arte en sí misma (como corroboraron los miembros del jurado del festival de documentales musicales In-Edit Beefeater en su edición de 2009, donde fue escogida Mejor Película en la sección oficial internacional).

En “Still Bill” vemos a Withers llorar cuatro o cinco veces; el tío es una fuente. Cuando habla del tartamudeo que padecía a los 20 años y acude a un grupo de terapia de tartamudos y rememora su pasado: zas. Lágrimas. Cuando su hija le presenta una canción que ha compuesto recientemente: zas. Lagrimones. Lo curioso de todo esto es que en ningún momento resulta patético; todo lo contrario: es algo inmensamente inspirador y bello.

En otras ocasiones, el documental es algo así como la escena del mercado cockney que hay en todas las películas musicales inglesas de la década de los sesenta, con el protagonista saludando a la lechera, el cartero y dando palmaditas a los perros al pasar. La diferencia es que, en el filme, nada es impostado: he aquí a Bill Withers regresando a su pueblo y dándose una vueltecita con el alcalde. Lo conoce y celebra todo el mundo (o sea: los cuatro habitantes y el gato que aún no se han decidido a emigrar) mientras Withers duda entre sentirse incómodo o halagado. En una escena posterior, reunido para tomar el té con unos antiguos amigos de la Navy, puede verse aún mejor cuál es el papel de Withers en estos grupos de afinidad: es El Famoso de la Panda, sin duda, pero a la vez alguien reverenciado y respetado. Y especialmente, aún considerado Persona Normal.

La conclusión inevitable que se extrae de “Still Bill” es que esto, esto, es ser Un Hombre: coraje y lágrimas. Valor y pena. Familia y amigos. Autosuperación ante el traspiés, altísima dignidad, inmenso amor. No falsa rebeldía ni autodestrucción inútil ni proclamas infantiles, no caprichos de pubescente consentido, no pataletas de niña mimada del rock. No: ser un hombre es esto, exactamente. ∎

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